Sunday, May 14, 2006

El poema que hacía reir a mamá

y ahora debe estar recordando, en el cielo...


SOBREPROTECCIÓN

¿Por qué me sobreprotegiste, madre?

¿Por qué anudaste mis zapatos y me entraste

antes que el sol con tanto abrigo?

¿Acaso me temiste encandilado

por las flores de organza?

¿Por las trenzas azabaches?

¿O me creíste bendito?

¿Acaso me temiste callejero, enredado en las pandillas, o pelotero?

¿Por eso me impediste gozar la trifulca genial de las pichangas?

¡De cuántas acequias me privaste!

¡De qué magulladuras de luna y río

libraste mis rodillas escarchadas!

Absurdo, pues, madre, si me enviaste

como un jilguero a la campiña

para entender a diario, en mis costillas,

que la vida es calle del medio, simulada.

Quisiste resguardarme de los Zurita,

el cité, su bullicio y sus bravatas.

soñaste para mí ser clase media,

conviviente carnal de las corbatas.

Quisiste protegerme de esas sueltas

que enseñaban la piel y que tuteaban.

No entendiste que mis desvelos niños

intuían sus pechos inflamados.

No supiste que andaba atormentado

intentando imaginar ninfa completa

y que al medio siempre algo me faltaba.

afortunadamente, madre, te confieso,

mientras casto y ordenado me guardabas,

el Kama Sutra, flameante de enseñanza,

empañaba mis ojos demudados.

Compartiendo tan sabia geografía

con primas y vecinas voluntarias,

tras los sombreados aromos de la quinta,

desentrañé mis dudas escoláticas.

El sortilegio libró mis ataduras.

Kamasutré cama adentro,

querubín desorientado.

descubrí el anatema de la suave lujuria

y tuve por harem, vecinas respingadas.

Así, practiqué mis artilugios

con excusas de estudios esforzados

y la única aritmética comprensible

que los muslos de seda me inspiraron.

Y con tal mortal pecado a cuestas,

me persigné con temor, con insistencia.

Negocié con oraciones muy contritas

un ingreso al Edén, con indulgencias.

En las Novenas exploré junto a Patricia, Rosa, Carmen, Margarita,

la alegría de vivir desorbitado.

Como ves, madre, no sirvieron

tus recaudos, tus temores ni tus celos,

Nada se saca con cerrar cada postigo,

si la vida brinca igual como un tiovivo.

Y, tal vez, jamás sea caballero

que procura aprobación contemporánea.

Persistiendo, río arriba, torpemente,

he ensayado ser persona relajada.

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