Hernán Narbona Véliz, poeta chileno, nacido en Valparaíso, con un largo derrotero por América Latina. Su poesía es una incitación al debate y un aporte a la cultura universal. Poeta de la generación del setenta, escribe desde la angustia o la risa, sin victimizarse, cronista de la vida, con sus sueños en ristre, invita a abrir nuestras ventanas al amor.
Wednesday, February 15, 2006
Recuerdos y Futuro: UNAS PALABRAS DE INTRODUCCI�N
Mi gran amigo Mauricio ha sido Bisabuelo. Hoy abrió su blog. Bienvenido a la blogsfera, Tata.
Sunday, February 05, 2006
Portuarios
Portuarios
Crujen los portalones su millaje de truenos. Se despliega el silbato que inaugura
La bahía está reiniciando su ciclo interminable. Las eslingas se tensan y la sangre de la tierra circula los hemisferios en su hermético ritmo de metales.
El portuario arremete contra el tiempo, infatigable equipo de mente poderosa. Los barcos despliegan cortas recaladas, los marineros languidecen sin amores, preocupados de contar apresurados sus cajas metálicas.
Todo se cuadricula en los puertos modernos. Pareciera que no hay lugar para los sueños ni para un poema clandestino a las amadas distantes.
Pero no es cierto. En el pecho acorazado de los puertos viven rosas rojas ungidas por los dioses de todos los océanos. En horabuena su energía teje sueños, plasma su ritmo ordenado, enarbola la sonrisa de las amistades, como venario que liga todos los litorales del planeta.
En cada puerto del mapa, erguido entre bultos arrumbados, en la salobre esencia del destino, un portuario apronta el gancho, calza la eslinga, iza la pluma, como permanente bandera del trabajo. Así circulan por el planeta las modernas creaciones metálicas o los fardos fenicios de eterno círculo. Sin que el tiempo rompa la odisea de los bultos fantasmas, con sus etiquetas misteriosas acuñadas por esos duendes traviesos que duermen enrollados en las garcias de cada nave forastera..
Los puertos mantienen, tras diferentes marcas y colores, la esencia de esos orígenes lejanos, donde hubo otros portuarios, acomodando en el regazo del mar, las riquezas del hombre.
Así, los portuarios se vertebran por el mundo, hermanados en su lenguaje de signos azules, ocupados de que prosiga el ritmo de
El canto matinal sube por el pecho del portuario, rumbo a casa. Los cerros despiertan, el turno ha concluido, ya ingresan al muelle nuevos barcos. Despidiendo cada nave con la alegría del deber cumplido, el puerto continúa, las faenas no se detienen jamás.