Tuesday, February 24, 2009

Caligrafía desde la felicidad


Caligrafía desde la felicidad.

Aprendí a escribir en la aventura constante del amor, levantándome temprano para cumplir mis deberes, sin quejumbres, solazándome en las cosas simples que te enseñan desde la sabiduría.

Cargué mis morrales de aromas y abrazos. Supe de las infusiones de abuelas, del azúcar sobre el brasero. Desentrañé el lenguaje juguetón de la lluvia sobre mis patios. Amé los veranos petorquinos, en la fugaz fantasía del río bordeado de chilcas. Aprendí del natre y las amapolas, los nardos me encandilaron con sus adolescencias.

Subir al peral fue mi refugio de infancia, mi aula crepuscular, desde donde me deslizaba al plan del puerto, imaginándome navegante de riberas musicales, espadachín en caribes de piratas. Aprendí a balbucear poesía sobre los mapas, precursor de romances marineros, descubridor de archipiélagos. Me hice de adoquines aprendidos de memoria, lancé el trompo como nadie, jugué a la troya, conocí la pelota de trapo y seguí los radioteatros.

Y a poco andar, al asomarme a las llanuras de la vida, te encontré, niña, ardiente y vibrante flor, llena de ideas, dispuesta a compartir locuras y a reinventar la risa. Nos fuimos combinando con sabores rupturistas, con la desfachatez de conquistadores que pateaban la institucionalidad.

Desde nuestros cerros valpinos, fuimos abriendo nuestra ruta hacia el horizonte, tomados de la mano, odiándonos con pasión. Irreverentes vitrineamos funerarias, burlándonos del tirano y la muerte, blindados en osadía, necesitándonos como remanso y pólvora.

La vida ha sido la vertiente que bebo cada despertar porque tú estás allí, a mi lado, como esencia de la risa más genuina, con tu oferta de auroras de esperanza, permanente proyecto encendido como un lirio en los desayunos de la tierra olorosa.

Pero, a veces, como ahora, siento que es bueno sentirte lejos, ensayar algunos celos, desearte en mis sueños. Intento ponerme melancólico, pero no puedo, no calza con nosotros, porque gana tu sonrisa, se imponen nuestras complicidades.

Doy gracias a Dios por el tiempo que nos ha regalado, por la fuerza profunda que apuntaló la barca en momentos de tormenta, por la inventiva que brotó en madrugadas entrelazadas y brindo esta noche, con todas las estrellas del Pacífico por compañía, por ti, por nuestro nido expandido hacia el planeta, por las andanzas que hemos levantado como bandera y por esos tres hijos que nos llenan de orgullo y con quienes aprendí a compartirte resignado.


Atacama, 25 de febrero de 2009.

Tuesday, February 17, 2009

Sensaciones de una semana marcada por la poesía



Sensaciones de una semana marcada por la poesía: dos recitales pude dar esta semana. El primero en Caldera, en el Centro Cultural de la Universidad de Atacama, el día 12 de febrero. Luego en la Biblioteca Pública de Chañaral, el día de San Valentín, compartiendo en esta ocasión la tribuna con Omar Monroy López, poeta y concejal de la Municipalidad local.

Volcar a una crónica el cúmulo de emociones que brotaron en mí esta semana, al estar en contacto con el público de Caldera y Chañaral, en sendos recitales dedicados al Día del Amor, resulta no solamente una rutina periodística, sino una forma de expresar un compromiso renovado con la compañera poesía y sus musas misteriosas, en este derrotero nuevo que me ha ofrecido la vida, residiendo en medio del desierto, en la región de Atacama.

Porque mostrarse desde la poesía es reflejarse en la dimensión genuina del ser, sin formulismos ni protocolos, canalizando esa energía vital y primaria que brota desde el espíritu, de la piel, de la emotividad.

Poemar la cotidianeidad, con empatía, fijando hablantes en situaciones propias o ajenas, cercanas o lejanas, que van traduciendo esos mundos como propios, es el ejercicio profundo del escritor, que tiene la libertad de crear personajes, inventar situaciones, hilar historias que terminan siendo espejos colectivos. Escribir para la felicidad no significa ignorar el dolor, sino, por el contrario, la capacidad de aquilatar la alegría y la felicidad, se nutre y exige precisamente haber vivido momentos difíciles, tortuosos, dolorosos, que en general, las personas debemos transitar indefectiblemente para crecer.

Escribir desde la clase media es una propuesta valórica, es la idea fuerza que anima la cosmogonía personal, afincando en los pilares de la familia, del amor filial y fraternal, las redes sólidas de un humanismo ecuménico, de una forma sencilla de convivir en paz.

Escribir desde la posición de la clase media significa una propuesta que invita a crear escenarios de encuentro, que aúna fuerzas para luchar contra aquellas amenazas que perturban o dañan la convivencia. Escribir desde la simpleza de un abrazo, desde la mesa compartida, de un vino chambreado a fuerza de chistes y de leyendas, de compañerismos que se entrecruzan con respeto y reciprocidad, en trabajo y esfuerzo, compartiendo la creación artística con los deberes que cada cual debe cumplir para su vida cotidiana, todo esto forma ese gran espectro de sensaciones que deja el acto comunicacional de compartir la creación propia con el gran público.

Esta semana unas cien personas fueron los destinatarios de estas tertulias y se sintieron motivadas por la entrega de poetas de la tierra, poetas que cumplen sus deberes cívicos y que tienen responsabilidades, pero que, además, tienen la misión de servir al colectivo urbano con palabras que relajan hacia la belleza, hacia las emociones y sensualidades que hacen a la vida una vertiente de sorpresas azules. Fue lo que sentí junto al mar, en medio de una semana motivadora porque de enamorados se trataba y en las olas de un amor avasallante que corría por las arenas, pudimos aportar un canto para todos los demás, para que cada uno lo decodificara según su historia, mientras los poetas sonreiremos felices, sintiendo el éxito en la medida que la belleza logra cautivar y volvía a nuestros oídos la energía de aplausos espontáneos, y muchos apretones de manos y saludos afectuosos.

La magia de las tecnologías, me ha permitido que esos dos escenarios frente al Pacífico se extrapolen hasta cualquier hogar, permitiendo que la poesía se vaya revoloteando en su siembra de afectos y emociones, hasta perderse de vista y convertirse en un canto de todos, lo que es aspiración constante de cualquier creador.
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