Wednesday, May 31, 2006

Mis lugares comunes

Nadie está libre, lo sé,
de reincidir en sus letanías.
¿Cuántos lugares comunes
caben en este rectángulo?
¿Qué esfuerzo he de hacer
para que valga la pena
escribirte un mensaje?

Acaso me conforme
con llevar calor a tus mejillas blancas.
Acaso, te prodigue un círculo infinito
que tenga dentro un beso.
¿Quién sabe?

Lo mejor, no averiguarlo
Para seguir sin pautas, intuyendo
resquicios perfumados
hilitos de ternura
para arrebolar tus ojos
y acaparar tus besos.

Quizás así mis cuentos
entonen de rubor esa sonrisa
y sirvan para algo
alguna vez en su vida.

Entrevista laboral

Son dos osos felices
entrechocan sus palmas
en ruidosa amistad
Es el convite más dulce,
al terminar de hibernar
Un panal compartido,
sueño de primavera y justo al despertar

Los vi esta mañana,
entre sombras borrosas,
despertando optimistas
con deseos de bailar

La solemne sicóloga
de sus manchas conspicuas
ha llegado a dudar

El pan caliente

Cada atardecer,
subo apresurado
para llevarte
el oloroso pan caliente,
que promete palabras,
que musita recuerdos

Y, sacudiendo las brumas,
la sonrisa se enciende,
celebrando a Dios Padre
y su regalo magnífico

Que nos permite
recrear inventos
y migrar en besos
hasta el crisol del tiempo

Demora

En mis silencios,
subo a tu recuerdo
y sé que estás pronta
a tirar de mis orejas
para reprenderme,
por haber demorado
siete lunas
y recién ahora escribirte
un minúsculo verso

Friday, May 19, 2006

Nuevamente...

En minúsculos recuadros
te dejo mi sombra de árbol viejo,
sin las ilusiones de entonces,
sin la fuerza para alzarte cual bandera,
pero añoso y sabio
para desear de ti
esa suave calma
de vida plena

Sunday, May 14, 2006

El poema que hacía reir a mamá

y ahora debe estar recordando, en el cielo...


SOBREPROTECCIÓN

¿Por qué me sobreprotegiste, madre?

¿Por qué anudaste mis zapatos y me entraste

antes que el sol con tanto abrigo?

¿Acaso me temiste encandilado

por las flores de organza?

¿Por las trenzas azabaches?

¿O me creíste bendito?

¿Acaso me temiste callejero, enredado en las pandillas, o pelotero?

¿Por eso me impediste gozar la trifulca genial de las pichangas?

¡De cuántas acequias me privaste!

¡De qué magulladuras de luna y río

libraste mis rodillas escarchadas!

Absurdo, pues, madre, si me enviaste

como un jilguero a la campiña

para entender a diario, en mis costillas,

que la vida es calle del medio, simulada.

Quisiste resguardarme de los Zurita,

el cité, su bullicio y sus bravatas.

soñaste para mí ser clase media,

conviviente carnal de las corbatas.

Quisiste protegerme de esas sueltas

que enseñaban la piel y que tuteaban.

No entendiste que mis desvelos niños

intuían sus pechos inflamados.

No supiste que andaba atormentado

intentando imaginar ninfa completa

y que al medio siempre algo me faltaba.

afortunadamente, madre, te confieso,

mientras casto y ordenado me guardabas,

el Kama Sutra, flameante de enseñanza,

empañaba mis ojos demudados.

Compartiendo tan sabia geografía

con primas y vecinas voluntarias,

tras los sombreados aromos de la quinta,

desentrañé mis dudas escoláticas.

El sortilegio libró mis ataduras.

Kamasutré cama adentro,

querubín desorientado.

descubrí el anatema de la suave lujuria

y tuve por harem, vecinas respingadas.

Así, practiqué mis artilugios

con excusas de estudios esforzados

y la única aritmética comprensible

que los muslos de seda me inspiraron.

Y con tal mortal pecado a cuestas,

me persigné con temor, con insistencia.

Negocié con oraciones muy contritas

un ingreso al Edén, con indulgencias.

En las Novenas exploré junto a Patricia, Rosa, Carmen, Margarita,

la alegría de vivir desorbitado.

Como ves, madre, no sirvieron

tus recaudos, tus temores ni tus celos,

Nada se saca con cerrar cada postigo,

si la vida brinca igual como un tiovivo.

Y, tal vez, jamás sea caballero

que procura aprobación contemporánea.

Persistiendo, río arriba, torpemente,

he ensayado ser persona relajada.

Tuesday, May 09, 2006

ANTIPOEMA DE AMOR

ANTIPOEMA DE AMOR

Cuántas fantasías

evolucioné,

sudoroso,

luchando con

las rodillas apretadas

de Edelmira.

Hasta alcanzar, locuaz,

grotesco

o cibernético,

su casto jeroglífico.

Hasta ascender,

ilusionado,

el penúltimo camino,

esgrimiendo los besos más furtivos.

Hasta quedar,

pétreo y mordido,

suplicando

conclusión del compromiso.

Porque ella,

mi Edelmira enamorada,

prisionera

de atavismos ancestrales,

en algún estoico

aliento

victoriano,

censuró

mis embestidas alocadas…

Virginalísima

Edelmira apasionada,

con la organiza crepitante

en clarines constreñidos,

esquivó

mis estocadas bizantinas,

alejándose

tras hosca despedida.

Y fue así,

con Edelmira acalorada,

que aprendí,

vía orgullo macerado,

y en escandaloso

latín languidecido, el punzante significado

del:

“coitum interruptus”.