ANTIPOEMA DE AMOR
Cuántas fantasías
evolucioné,
sudoroso,
luchando con
las rodillas apretadas
de Edelmira.
Hasta alcanzar, locuaz,
grotesco
o cibernético,
su casto jeroglífico.
Hasta ascender,
ilusionado,
el penúltimo camino,
esgrimiendo los besos más furtivos.
Hasta quedar,
pétreo y mordido,
suplicando
conclusión del compromiso.
Porque ella,
mi Edelmira enamorada,
prisionera
de atavismos ancestrales,
en algún estoico
aliento
victoriano,
censuró
mis embestidas alocadas…
Virginalísima
Edelmira apasionada,
con la organiza crepitante
en clarines constreñidos,
esquivó
mis estocadas bizantinas,
alejándose
tras hosca despedida.
Y fue así,
con Edelmira acalorada,
que aprendí,
vía orgullo macerado,
y en escandaloso
latín languidecido, el punzante significado
del:
“coitum interruptus”.
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