Monday, October 12, 2020

JACOPA: Presente.

 Un recuerdo al amigo y compañero de ruta, Jaime Contreras Páez


Estoy haciendo el duelo. El 6 de diciembre de 2010 falleció de un ataque al corazón fulminante, mi amigo Jaime Contreras Páez, con quien compartí desde la secundaria, en el Colegio Experimental Rubén Castro.

 

El egresó el año 1965 y yo en 1966. A los 12 años yo fui corresponsal del Diario Copihue Tricolor y luego de Panorama, que editaban Guido Dasso, Héctor Vera Mena y Jaime. Allí aportaba mis noticias y mis poesías. En la vida adulta, él siguió por la UCV y yo por la UCH. Sin embargo, en vidas paralelas, pertenecimos a la juventud rebelde del la DC y pasamos al MAPU. Supe de él cuando él regresaba en los noventa de una beca en Bélgica. Volvía Doctorado en Filosofía y su memoria la había realizado sobre Hayek, el ideólogo del neoliberalismo.

 

Para entonces, yo era profesor media jornada en la UCV y desde allí armamos un seminario que dimos varias veces, en donde uníamos la visión crítica y descarnada del pensamiento liberal con las negociaciones internacionales, en el contexto de la globalización. Es decir, hicimos una dupla desde el plano intelectual que nos permitía desnudar los cimientos de barro del individualista y despiadado sistema económico heredado de la dictadura.

 

Recuerdo cuando fuimos a la Universidad de Magallanes en Punta Arenas y Jaime, compenetrado en su personaje, hablaba literalmente desde Hayek, lo que hacía más crudo y materialista su pensamiento. Teníamos en aula más de 100 personas, muchos uniformados, los cuales comenzaron a revolverse en los asientos, muy incómodos. Es que, en el estilo de Jaime, el que hablaba era realmente Hayek: es libre el hombre que tiene bienes y no necesita vender su fuerza de trabajo.

 

La gran lucha de Jaime fue que se develara la verdad del crimen del sacerdote Miguel Woodward, asesinado en torturas a bordo de la Esmeralda para el golpe de 1973. Discípulo y amigo de Miguel, Jaime y otros tantos cristianos por el socialismo, bregaron por décadas para que al final la justicia se pronunciara y se conociera la verdad de este crimen.

 

En su recuerdo, Jaime y Myriam, su infatigable compañera, instalaron un comedor solidario, realizando permanentes campañas antisistema. Pintaron escalas de los cerros y murales. Cuando los comuneros mapuches se declaran en huelga de hambre en contra de la aplicación de la ley antiterrorista, llegando a estado crítico, Jaime Contreras fue el único académico universitario que se sumó al final de la huelga, permaneciendo una decena de días en huelga de hambre, en la Escuela de Sociología de la Universidad de Valparaíso.

 

Yo tuve un infarto al miocardio en Chañaral el 25 de noviembre. El jueves 2 de diciembre, habiendo salido de la UCI, Jaime y Myriam me visitaron en la clínica. Jaime estaba preocupadísimo por mi salud, me llenó de consejos, que bajara el ritmo, que no me preocupara, que él me ofrecía toda su ayuda en lo que yo pudiere necesitar. Nos reímos un rato. Le dije que me estaba hablando bajito, casi musitando y me contó que cuando estaba en huelga de hambre sentía en el corazón las emociones al momento que conversaba con las personas que lo visitaban. Y luego, se descolgó con un chiste de despedida. Me dijo que hablaba bajito porque tenía un problema en el pulmón derecho, pero con el izquierdo NO TENGO NINGUN PROBLEMA, levantando en esta frase el tono a nivel normal, con el vozarrón de profe que no necesitaba micrófonos. Me quedé riendo, pensando en que en el período de reposo podríamos conversar más. La vez anterior que nos habíamos visto había sido en mi casa de Valparaíso, el 1 de noviembre, cuando celebramos mi cumpleaños 61 con unos pocos amigos, en una sencilla once con una rica torta que preparó Rosy.

 

Habíamos bromeado con el agudo humor de Jaime, nos reímos mucho, compartimos en la misma pieza roja en donde, antes de partir al norte hacíamos las tertulias literarias de la Comarca de los Poetas. Allí, nos encontrábamos también en una mesa larga alumnos y profesores del Rubén Castro. Pues bien, ese día del cumpleaños nos sentamos a la mesa 13 personas y Rosy, bromeando, me susurra, somos 13, uno se va a morir.

 

Veinticuatro días después, estando en Chañaral, se me produjo el infarto agudo al miocardio. Los doctores le decían a Rosy que las probabilidades no eran más del 50%. Esa fue una historia aparte, que precedió ese encuentro final que tuve con Jaime en su visita a la clínica, donde me despedí anunciando tertulias para este período de recuperación que hoy estoy viviendo.

 

El lunes 6 de diciembre de 2010, a las 9:00 me dieron el alta y me llevaron a casa. Llegué cerca de las 10:00 a casa y a poco llegar, un llamado telefónico anuncia que Jaime había muerto de un infarto fulminante, mientras hacía clases en la Escuela de Sociología de la Universidad de Valparaíso.

 

Lo fui a ver y despedirme en la noche del día 7, le dejé sobre su féretro un ejemplar del libro que contenía la crónica de homenaje a Miguel Woodward, donde él era el vocero que había dirigido la ceremonia. Era un mensaje póstumo, un saludo tácito, porque todo estaba dicho entre nosotros y un hasta pronto era suficiente.

 

Ha llegado el nuevo año, el tiempo vuela, en tres días se cumplirá un mes de su partida. Pienso que pudo ser al revés, tal como pintaban las cosas. Sin embargo, yo tuve otra chance y por algo será, nadie muere en la víspera.

_____________________________________

 

Un acróstico para mi amigo, Jaime Contreras Páez (QEPD)

 

 

Jodida muerte que te hizo la zancadilla

 

Apenas pudiste salir del aula, enmudeciste

 

Inundóse el cielo en tu silencio, te apagabas ...

 

Maciza tu voz quedó en la tierra, germinando

 

En un navegar de viento el cura Woodward te esperaba

 

 

 

 

Caminarás los acantilados

 

 

Orgulloso habrás vencido

 

No te sometió la codicia

 

Tu actuar fue consecuente

 

Registe tu vida por la ética

 

Encaramado a los atriles del tiempo

 

Rompiste la compostura de los poderosos

 

A tu sueño de justicia

 

Subes ahora sorprendido

 

 

 

 

Puedes marchar en paz

 

Amigo, hermano

 

En el regazo del Padre

 

Zafra de luz te está aguardando

 



 

____________________________

 

13 de diciembre de 2010

 

Jaime me visitó con Myriam en la clínica el día jueves 2. Conversamos, reimos, nuestra amistad de toda la vida fluía como vertiente atemporal, que comenzó en las aulas del Colegio Experimental Rubén Castro, en 1962. El lunes 6 me dieron el alta y, a la misma hora, Jaime Contreras Páez, Doctor en Filosofía, Profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad de Valparaíso, era fulminado por un infarto. Nos prometimos conversas pendientes, me dejó un nos vemos, como siempre. Él ofreciéndome toda su ayuda incondicional y dejándome un chiste de despedida.

 

Mis condolencias a su gran compañera y a sus hijos, nuera y nietas.



Thursday, October 01, 2020

Se reía en la fila

 

Un cuento con chilenismos.

Se reía en la fila

Aprendió que a esas reuniones de padres y apoderados había que llegar de los primeros y partir último, así se evitaba ser motivo de pelambres. Pero esta tarde llegó atrasado y fue porque, en el bus proveniente de Santiago, se encontró con un pinche antiguo y, en la hora y media de viaje, comenzó a desenroscar la víbora, soportando sus cabezas de pescado y esos aires de sígueme negro que traigo premio con que lo vino toreando apenas se ganó a su lado, provocándolo con esos atracones cuando pasaban por los túneles. Sabía que la pasión por ella duraría menos que un pedo en un canasto y que ella tenía cuerpo de pecado y cara de arrepentimiento, pero, tanto fue el cántaro al agua, que de pronto sintió que se le hacían agua los helados y se dijo este huevito quiere sal. A falta de pan, buenas son las tortas y peor es mascar lauchas, pensó sacando las manos.  Iban en un asiento de atrás y de pronto a la mina se le cayó la mano sobre el paquete. No soy de fierro pensó y se preparó para la gran mentira, la pura puntita.

En eso incursionaba cuando del asiento de adelante se levantó un viejo con un terno tan gastado que si le tiraban un gato se resbalaba, diciéndole en voz alta dejen de atracar, no sean tan caluguientos. ¿Y a vos quien te metió fichas?, le contestó al entrometido. Más caliente que una novia, pensó voy a ponerle las peras a cuatro, y repitió ¿y a vos quién te dio velas en este entierro?

En ese preciso momento, hablar de entierro era irónico. El viejo llamó al auxiliar y empezó a armarse la tole tole. Mejor que se disculpe con la señorita, encaró al vejete soplón. Si no lo hace no se va a alcanzar la oreja. Ha ofendido a una dama le decía, mientras ella ponía cara de “y si se sale”. Fue entonces que el viejo sacó su placa de tira y les dijo a ambos: me van a acompañar al cuartel, por calientes. Ahí ella empezó a hacer pucheros, peso que canta, chaucha que llora, pensó. Mientras el rímel corría por sus ojos y sus arrugas, se pegaba la cachá de que había pisado el palito. Más cagado que palo de gallinero, la mandíbula le empezó a tiritar. Ella iba fruncida, no le cabía una lenteja de perfil, él iba cortando clavos con el culo.

Mientras el bus entraba al rodoviario, el viejo tira les dijo “par de huevones, no respetaron el distanciamiento social, calientes de mierda, pónganse la mascarilla y vayan a gritar Viva Chile a un motel, como la gente decente”.

Cada uno partió por su lado, sin moraleja, con un beso apurado, ambos con el quino acumulado. Él entró a la reunión de padres y apoderados de su hijo con la mascarilla manchada con rouge. ¿Se le quemará el arroz” escribió en un papelito uno de los apoderados y empezó a correr “saliendo del closet parece”, “capaz que le gusten las patitas de chancho”… eso por llegar tarde.