Thursday, October 01, 2020

Se reía en la fila

 

Un cuento con chilenismos.

Se reía en la fila

Aprendió que a esas reuniones de padres y apoderados había que llegar de los primeros y partir último, así se evitaba ser motivo de pelambres. Pero esta tarde llegó atrasado y fue porque, en el bus proveniente de Santiago, se encontró con un pinche antiguo y, en la hora y media de viaje, comenzó a desenroscar la víbora, soportando sus cabezas de pescado y esos aires de sígueme negro que traigo premio con que lo vino toreando apenas se ganó a su lado, provocándolo con esos atracones cuando pasaban por los túneles. Sabía que la pasión por ella duraría menos que un pedo en un canasto y que ella tenía cuerpo de pecado y cara de arrepentimiento, pero, tanto fue el cántaro al agua, que de pronto sintió que se le hacían agua los helados y se dijo este huevito quiere sal. A falta de pan, buenas son las tortas y peor es mascar lauchas, pensó sacando las manos.  Iban en un asiento de atrás y de pronto a la mina se le cayó la mano sobre el paquete. No soy de fierro pensó y se preparó para la gran mentira, la pura puntita.

En eso incursionaba cuando del asiento de adelante se levantó un viejo con un terno tan gastado que si le tiraban un gato se resbalaba, diciéndole en voz alta dejen de atracar, no sean tan caluguientos. ¿Y a vos quien te metió fichas?, le contestó al entrometido. Más caliente que una novia, pensó voy a ponerle las peras a cuatro, y repitió ¿y a vos quién te dio velas en este entierro?

En ese preciso momento, hablar de entierro era irónico. El viejo llamó al auxiliar y empezó a armarse la tole tole. Mejor que se disculpe con la señorita, encaró al vejete soplón. Si no lo hace no se va a alcanzar la oreja. Ha ofendido a una dama le decía, mientras ella ponía cara de “y si se sale”. Fue entonces que el viejo sacó su placa de tira y les dijo a ambos: me van a acompañar al cuartel, por calientes. Ahí ella empezó a hacer pucheros, peso que canta, chaucha que llora, pensó. Mientras el rímel corría por sus ojos y sus arrugas, se pegaba la cachá de que había pisado el palito. Más cagado que palo de gallinero, la mandíbula le empezó a tiritar. Ella iba fruncida, no le cabía una lenteja de perfil, él iba cortando clavos con el culo.

Mientras el bus entraba al rodoviario, el viejo tira les dijo “par de huevones, no respetaron el distanciamiento social, calientes de mierda, pónganse la mascarilla y vayan a gritar Viva Chile a un motel, como la gente decente”.

Cada uno partió por su lado, sin moraleja, con un beso apurado, ambos con el quino acumulado. Él entró a la reunión de padres y apoderados de su hijo con la mascarilla manchada con rouge. ¿Se le quemará el arroz” escribió en un papelito uno de los apoderados y empezó a correr “saliendo del closet parece”, “capaz que le gusten las patitas de chancho”… eso por llegar tarde.

 



Caballero de la Rosa, Dieciocho 2020.



No comments: