Apuntes andinos
Cuando se acercaron a estas cumbres, los geólogos introdujeron sus brocas de acero para calibrar las vetas de la tierra. Los antropólogos ya estaban allí con sus cepillos, hurgando por civilizaciones remotas, explicando a partir de los fósiles el origen de la vida. Los arrieros me invitaron sus quesos de cabra, pude probar el charqui de burro y aprender de sus historias sencillas por los humedales andinos. Los camioneros cruzaban los pasos con sus gigantescas maquinas, recopilando leyendas de novias fantasmas que los seducían hasta agregarlos como animitas a las carreteras interminables. Los pioneros me enseñaron la yareta y la chachacoma para brincar por las fronteras con los ojos de infancia.
De todos he aprendido y como soy un simple poeta, he inventado gordas sinuosas en las montanas, he tallado gigantescos rostros en la piedra, he aquilatado la belleza de los glaciares, de las estepas altiplánicas y del cóndor de alas desplegadas como un suave planeador, que nos observó curioso este mediodía en Pircas Negras, inquieto con tanto citadino suelto por sus dominios.
Cuando abro en el anochecer del Salar de Maricunga las enciclopedias del firmamento, me siento premiado por esta oportunidad de poder beber el conocimiento universal y reclinar mi cerviz ante la majestuosidad de la noche silente. Sentí allí, en la piel bañada de viento, la divinidad que nos envuelve y protege con su manto encandilante de luz interior.
Atacama, 25 de marzo de 2009.