Carta al compañero de ruta
Hermano, no quieras pontificar
Despójate de sueños mesiánicos,
Somos apenas un grano de arena, susurrante
Asumamos la fragilidad finita de estos pasos
Callemos los dolores en secreto,
a nadie importan
Que las mazorcas vuelvan a su esencia dorada
Recuperemos la verdad sin palabras sesgadas,
No compremos artilugios ni oropeles imperiales
Que tu postrer mensaje
sea vertiente generosa
Audible susurro que sintonice almas
Que derroten nuestras voces de silencio
el chivateo esquizofrénico de la vanidad
Olvida, hermano, por ahora,
mensajes grandilocuentes,
las frases para el bronce caducaron
Embriágate y descubre
sereno de abejorros
la nueva flor como esperanza
Encláustrate en el amor que creas
estremecimiento vital de la nostalgia
No cargues oprobios
ni desamores
No sirvas a las esquirlas odiosas del poder
No te detengas por las quejumbres
de amantes frustradas
Que no se hagan lastimeras ni predecibles
tus palabras
cristalinas
Empápate de zumo de frutales
Cura las llagas de tu cuerpo
con las nobles yerbas
de una abuela
Brega a contramano
por los desiertos de las urbes
Sé fresca loción de camanchacas
Asciende al silencio de glaciares,
Que no oscurezca tu fanal de sueños
Que las tórridas fronteras de lo desconocido
se diluyan en tus metáforas divertidas
Acompaña la ciencia con tu paciencia constelada
Acuna nuevos amores, rechaza desengaños
Te pido que seas de nuevo
una oración de vida
Sé el soplo que desarma la soberbia
Quédate en tu esencia celeste
Brama junto a los océanos,
reactiva volcanes veteranos
Envuelve a la Tierra como hijo fiel
Reconforta los dolores milenarios
Esgrime el amor, sé epitafio de soñadores
Sé éxtasis profundo del universo,
borra sus esquinas
belicosas
Barre de una buena vez,
las impúdicas garras de la codicia.
Hermano, si alcanzamos parte de esto,
habrá valido la pena.
Hernán Narbona Véliz, 23.01.2021