Tuesday, April 22, 2025

Apuntes de atelier





Voy a abrir las  persianas del frutal que habito.
Desplegaré mi cuerpo auténtico desde mi sitial
para que sus escalofríos movilicen los pinceles 
en una batucada de colores
Desafiando motricidades finas
Argumentando obviedades 
para disimular el goce 
que les causa aprehender
 mis silencios.
Soy una pluma cayendo ondulada por sus ojos, musitando matices, dictando a sus mentes trazos de la franca piel de mis normales días.
Sin engalanar mi huesuda anatomía, sin comentar de mis ojeras, sin suavizar mis manos laboriosas, dejando que capturen mi hojarasca, imperturbable ante el brillo de las pupilas del atelier, sin verlos, pero intuyendo su llamarada disimulada,  ignorando mientras poso, el frio azul que se asoma por las rendijas del entretecho.
Cada músculo actúa en mi impostura reflexiva, su sincronía transmite a los talleristas emociones diversas, que juegan en el péndulo de la pasión y el sigilo, insinuando chispas que en cada tablero se van decodificando al trasluz de sus propios sentimientos y prejuicios. Es el juego motivador del arte creativo, que no es de nadie, que flota en el frutal del universo esperando que cada quien saboree sus manjares o sus hieles.
Mientras voy cambiando de posición, reviso de memoria esas cuentas que se amontonan en mi velador y suspiro calculando que pronto la sesión concluye, me haré un té con limón apenas llegue a casa.

Desnudo




La mirada se fractura en tus redondos misterios, remeces mi retina y se asoma temblorosa la tentación por mis trazos exploradores.
Ya no controlo mi muñeca, ella se conecta con tu luz y tus sombras.
El universo se entromete en la hoja en blanco y un espíritu ancestral va emergiendo con tu torso canela que arrebata los sentidos.
Famélico de tu energía, me dejo llevar por el carboncillo que se eleva a fuegos ardientes, imágenes capturadas que orbitan por el lápiz en la sesión colectiva, mientras deseo monopolizar tus perfiles sinuosos y poseer la esencia ardiente que duerme tras cada pose, tras cada movimiento, tras una oferta tácita  que imagino, mis secretas ansias de soñarte y llevarte conmigo, plasmada en todas estas emociones calladas que provoca en mí tu desnudez encantada.
Soy un tallerista encandilado de fragor sensual, absorto en tus erógenos laberintos, entendiendo que eres solo el holograma de pasiones guardadas sin sentido y que trato inútilmente de plasmar en este croquis desesperado.

Sunday, April 20, 2025

El lenguaje en entropía

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El lenguaje en entropía 

La foto que comparto es de mis pequeños compañeros de escritorio, que me observan curiosos, sobre todo cuando escuchan mis interjecciones procaces al enfrentar indignado, cada vez con mayor frecuencia, los estertores de una ortografía mancillada, que se lastima ante una vulgaridad normalizada, que parece guiada por musas analfabetas a los acantilados del corrector automático, pisoteando el lenguaje sin pudor,  en una distopía que se parece mucho a la mutilación que sufren los glaciares por la crisis climática. 

Entonces, pese a la denodada defensa que intentamos los escasos Quijotes de la palabra, que nos atrevemos a expresar descontento por las aberraciones idiomáticas circulantes, la voz metálica de una IA alimentada por algoritmos idiotizantes, va sembrando de errores y horrores  los conventillos virtuales, hasta el grado tal que la propia RAE ha declinado, ante el mal uso que prolifera y se instala,  su rol de custodio formal de lenguaje.
 
En esta vorágine de palabrería y con absoluto irrespeto a la bella lengua heredada, parecen surgir las mismas turbas que incendiaron la Biblioteca de Alejandría o destruyeron las civilizaciones de nuestros pueblos ancestrales, para avasallar en una involución tenebrosa,  al discernimiento y la crítica, procurando instaurar pura y simplemente  una estupidez extendida, despojándonos a los trabajadores de la cultura  de las espátulas de lo creativo, llevándonos  a la calidad de  marginales y de  molestas pulgas en el oído del poder en las urbes. 

Vilipendiados por dogmáticos, discriminadores, excluyentes y fundamentalistas, somos  personas non gratas  para el sistema dominante, contrarios a la voz metálica de la IA que va estructurando las mentes colectivas, demoliendo la riqueza prístina de la palabra creativa.

En mi reducto como escritor, mis dos amigos me prestan un cable a tierra para soportar tanto desquicio.

Saturday, April 19, 2025

Cruzar la línea roja


Romina se despertó temprano. Entró a la ducha sin remolonear como lo hacía siempre, lavó su cabello y lo sacudió varias veces antes de enfundarlo en la toalla como turbante. Sabía que no podía cepillarlo aún y pensó que después de desayuno lo haría.

Se preparó un café con leche y mientras degustaba el aromático brebaje encendió el celular y releyó una vez más el mensaje encriptado: nos juntamos en el casino a las 11.

Ricardo pasó como de costumbre a dejar los niños al colegio, saludó con una seña desde el auto a la inspectora que atenta en la puerta iba ordenando el flujo de alumnos de ese día. Su mujer los había despedido, como cada mañana, en su buzo deportivo, preocupada de las colaciones y las tareas. Una vez que abrió esa mañana como tantas se dirigió a la universidad, a la primera hora de clase que partía a las 9 y terminaba a las 10:30. El tiempo preciso para alcanzar al casino de la universidad y acomodarse en una mesa, con impostación de académico. Pero en su piel comenzaba a sentir las palpitaciones de ese próximo encuentro, en veinte minutos, degustando un agua mineral, mientras ojeaba sin leer el libro usado en la clase matinal. Cuando divisó su pelo rizado, húmedo aún, se levantó, chequeó las llaves del auto en su chaqueta y se acercó a ella, saludándola con un beso en la mejilla. Vamos, en el camino conversamos.

 

Cuando ella entró al auto, su perfume fresco fue un latigazo que le remeció de arriba abajo. Cuando ella añadió una sonrisa vivaz, Ricardo se dio cuenta que ya habían cruzado la línea roja, que había que dejar en la tácita complicidad de las miradas todo lo que vendría.

Ella acercó su mejilla color canela y el depositó un beso con los labios entreabiertos, tratando de transmitir la hoguera que se venía encendiendo en su pecho.

Condujo entre trivialidades, te acuerdas cuando fuimos alumnos, esa fiesta del posgrado fue genial, siempre fuiste impulsivo, quién habla, tú llevabas el juego, en fin fue maravilloso, y aunque digan que veinte años no es nada, acá vamos, como piezas desgastadas de un ajedrez no deseado. Ambos con esa deuda, manchando nuestras existencias de normalidad, ser políticamente correctos. Pero con la procesión guardada en el subconsciente.

Tienes razón, nos lo debemos. Dicho lo cual ella le puso la mano en el muslo derecho presionando suave, como diciendo, calla, está todo dicho.

Llegaron a un hotel en el camino costero. Se registraron, antes de subir a la habitación decidieron almorzar. Un vino Cabernet Sauvignon fue abriendo las compuertas de un diálogo pendiente. No importaban los galardones que cada uno ostentaba. Lo suyo estaba enclavado en un punto donde todos los sueños flameaban por sus cuerpos, decididos a revolucionar el mundo. Y, de pronto, sus anhelos y su pasión había sido abruptamente rota y desangrada de distancia y silencios

Cuando subieron a la habitación se iniciaba la tarde. Dos maduros amantes comenzaron a redescubrirse, a prodigarse todo aquello aprendido como autómatas y que ahora cobraba sentido en la naturalidad de esa entrega que pendía en sus corazones, en forma discreta y dolorosa. Dando rienda suelta a esa represa pasional, se sumieron en esa burbuja que habían esperado cada cual en sus propios escenarios.

Unas horas más tarde, Ricardo le pidió una aplicación que la llevara a casa, donde Romina vivía sola. Él condujo de vuelta a casa, Abrió las ventanas y un aire fresco borró cualquier rastro de su perfume. Al llegar, Nancy lo esperaba para cenar; él pasó a dar el beso de buenas noches a los pequeños y se sentaron a cenar...

¿Cómo fue tu día,  amor? Complicado, tú sabes, los fines de semestre y los proyectos que hay que informar...pesado, pero todo bien... veamos qué nos cuentan las noticias, dijo, encendiendo la tele.

 

Romina despertó relajada. Sintiendo todavía en sus oídos los susurros indecibles de la tarde anterior. Era dueña de su tiempo, soberana de su cuerpo, pero reconocía que su espíritu estaba acorazado por desengaños y era vulnerable a esa química exultante que Ricardo le provocaba, con su tacto y su decir. Haber enviudado en París luego de casi dos décadas había resultado un detonante. Se abrió para ella la ocasión de regresar, algo que había esperado largamente. Jean Claude, su marido francés había sido un ancla de seguridad, cuando sus padres exiliados habían fallecido esperando poder volver. Había crecido viéndolos decaer y secarse, como la ruda frente a los deseos oscuros, esperando la noticia que nunca llegó. Fue en la universidad, donde conoció y aprendió a apreciar el discurso idealista de Jean Claude y su amor reposado y leal.

Regresar a un Valparaíso que solo conocía por los nostálgicos cuentos de su madre, fue como arañar en la tierra buscando un vestigio de su propia identidad.

Haber reencontrado a Ricardo en la vieja universidad tras veinte años había sido una jugada justiciera del universo. Coincidir en ese post grado en París, él de paso, becado por su universidad chilena, ella parisina, en ese pasional instante de utopías, había sido todo como un chispazo de expectativas que se diluyó en el tiempo, pero dejó su interrogante en sus destinos.

Ahora, Romina, viuda, era totalmente autónoma, pero Ricardo estaba comprometido, inalcanzablemente cercano, en piel y espíritu, aunque habían comprobado que sus energías sincronizadas se habían atrevido a probar un bocadillo de goce integral.

Él esa noche no pudo conciliar el sueño, no había culpa alguna, habían cruzado la línea roja y cumplido esa promesa que, por circunstancias ajenas a sus deseos y voluntad, no pudieron concretar. Nada sacaba con darle vueltas, el deber se imponía al derecho de ambos de vivir esa plenitud que pudo ser un derrotero genuino, pero allí quedó, entrampado en las circunstancias odiosas de un adiós.

Cada cual en sus pensamientos, Romina y Ricardo se hacían la misma pregunta: ¿lo dejamos acá sensatamente, o nos dejamos llevar por el desenfreno y asumimos los costos?