Volátiles las islas cautivan la mirada y te vas enamorando de un nuevo territorio que te ha regalado la vida. Ahora eres vecino de trenes voladores que madrugan con sus tesoros rojos para ir a entregarlos al pelícano metálico que se empina en Barquito sobre el Asia Pacífico, silbando historias de desierto.
Tu nuevo patio es el océano herido de verdor. Al fondo las mesetas no cesan de sorprender con sus pájaros suicidas, con sus guanacos amigos, con jaurías asesinas de perros abandonados. Caminos de badenes, de lunas trasplantadas, cielos abarrotados de luceros, vientos que esmerilan esculturas en las mesetas minerales; barrancas blancas donde el salar estira su sensual frescura, esfinges desnudas que toman el eterno sol en los montes litorales de Atacama.
Me he asomado a Laguna Verde que es la boca acuosa de un volcán gigantesco, cíclope ojo majestuoso de la cordillera. He captado la naturaleza virgen en familias de guanacos que saludan al paso del viajero. He mojado mis manos en la cascada del Río Lama y me he asomado con cuidado al salar de Maricunga y sus arenas movedizas. He explorado los mantos verdes que se empinan hacia las cumbres en los estrechos valles que llevan a Pircas Negras. He empezado a aprender la odisea cotidiana de vivir en Atacama.
Por allí recorro, encandilado, aprendiendo leyendas, experiencias pioneras, sabores a destierro, caminos collas sumergidos. Hay libros esparcidos entre rocas elocuentes, debo recolectar crepúsculos interminables. Debo sumergirme en la transparente costa de Caldera para hilar caracolas de silencio inmaculado. Debo asumir abierto un nuevo episodio de navegante enamorado.
Tengo trabajo de sobra, entre salares y cordilleras, para compartir con mis nuevos amigos las epopeyas de cordillera, de desconocidos patriotas, de Pan de Azúcar y las primeras exportaciones de minerales. Tengo hoy esta dimensión prestada para aprender del verdadero maremoto de los años veinte, para conocer a Don Máximo Villaflor, el aduanero, y sus lides periodísticas. Entro en la sospecha, en esta amigable empatía, de estar viviendo una increible reencarnación.
Como él, aprendo a respetar las leyes del desierto, asimilando rotundas temperaturas, rocas dibujadas por misterioso orfebre de una dimensión cercana. Planeo conquistar un espacio en estas inmensidades. Traje a esta aventura mis pocas cosas. En Valparaíso dejé las deudas de afecto. Me han comentado las auroras que el amor en Atacama es generoso, espontáneo y profundo.
Chañaral, 26 de noviembre de 2007
Hernán Narbona Véliz, poeta chileno, nacido en Valparaíso, con un largo derrotero por América Latina. Su poesía es una incitación al debate y un aporte a la cultura universal. Poeta de la generación del setenta, escribe desde la angustia o la risa, sin victimizarse, cronista de la vida, con sus sueños en ristre, invita a abrir nuestras ventanas al amor.
Monday, November 26, 2007
Saturday, November 17, 2007
la codicia
LA CODICIA
Fue el pecado original que fracturó el alma de la tierra.
Arrastra grilletes y harapos. Escapó del infierno y se enquistó entre los hombres para dividirlos Los ha repartido por difusas soledades que se fagocitan, trastorna las almas en locura de egoísmo. Es la codicia.
Miente, miente que algo queda. Arrastra alforjas de oro, financia guerras, captura territorios, masacra y gira de cuentas cifradas. Expropia a los comuneros, quema el bosque nativo, se inventa subsidios, extiende plantaciones de ácidos pinos que asesinan coleópteros obreros. Compra trenes de segunda mano. Engaña. Desmaleza asfaltos. Escritura mentiras, come en la mano de los poderosos, traiciona proyectos, atesora sin pausa, corrompe, escala hacia el poder, lo maneja, es la codicia.
Hipócrita ayuda, expropiatoria garra, entrenadas vocerías, flautistas y sirenas. Fumarolas en la tierra, napas milenarias violentadas, tentáculos de cianuro genocida, el oro justifica romper los equilibrios. Sicarios custodios, tinterillos finos de la bestia, demuele templos. Es invasiva. El odio fructifica. Reditúa el egoísmo genocida. En la city porteña es princesa la codicia.
Debilita los nobles hierros. Usa corbatas de seda, zapatos relajados. Roba cemento de las obras públicas. Sus fuerzas mercenarias invaden, crean muros y ghettos. Los sicarios que impone venden la vista al mar, expropian los bordes costeros. Confabula, realiza negociaciones incompatibles, trafica influencias. Es la codicia.
Se inclina pragmática ante el poder, se prostituye sonriente, luce mentiras de diamantes, engoladas mentiras, puentes colapsados, tierras usurpadas. Con blanco guante escribe sus propios decretos. Malsana criatura, es la codicia.
Gárgolas de falsía, coimas del rastrero, Impúdico servilismo, conventos convertidos en expendio de comidas, es la codicia.
Es tiempo de frenarla. Que espíritus fraternos procuren reconquistas.
Blindaje de oraciones desmonte sus mentiras
Sembrar con sacrificio un campo necesario.
Vayamos con el viento hermanando un compromiso.
Un nuevo fundamento que rompa la avaricia.
05 de noviembre de 2007
Fue el pecado original que fracturó el alma de la tierra.
Arrastra grilletes y harapos. Escapó del infierno y se enquistó entre los hombres para dividirlos Los ha repartido por difusas soledades que se fagocitan, trastorna las almas en locura de egoísmo. Es la codicia.
Miente, miente que algo queda. Arrastra alforjas de oro, financia guerras, captura territorios, masacra y gira de cuentas cifradas. Expropia a los comuneros, quema el bosque nativo, se inventa subsidios, extiende plantaciones de ácidos pinos que asesinan coleópteros obreros. Compra trenes de segunda mano. Engaña. Desmaleza asfaltos. Escritura mentiras, come en la mano de los poderosos, traiciona proyectos, atesora sin pausa, corrompe, escala hacia el poder, lo maneja, es la codicia.
Hipócrita ayuda, expropiatoria garra, entrenadas vocerías, flautistas y sirenas. Fumarolas en la tierra, napas milenarias violentadas, tentáculos de cianuro genocida, el oro justifica romper los equilibrios. Sicarios custodios, tinterillos finos de la bestia, demuele templos. Es invasiva. El odio fructifica. Reditúa el egoísmo genocida. En la city porteña es princesa la codicia.
Debilita los nobles hierros. Usa corbatas de seda, zapatos relajados. Roba cemento de las obras públicas. Sus fuerzas mercenarias invaden, crean muros y ghettos. Los sicarios que impone venden la vista al mar, expropian los bordes costeros. Confabula, realiza negociaciones incompatibles, trafica influencias. Es la codicia.
Se inclina pragmática ante el poder, se prostituye sonriente, luce mentiras de diamantes, engoladas mentiras, puentes colapsados, tierras usurpadas. Con blanco guante escribe sus propios decretos. Malsana criatura, es la codicia.
Gárgolas de falsía, coimas del rastrero, Impúdico servilismo, conventos convertidos en expendio de comidas, es la codicia.
Es tiempo de frenarla. Que espíritus fraternos procuren reconquistas.
Blindaje de oraciones desmonte sus mentiras
Sembrar con sacrificio un campo necesario.
Vayamos con el viento hermanando un compromiso.
Un nuevo fundamento que rompa la avaricia.
05 de noviembre de 2007
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