Monday, November 26, 2007

Idilio de Norte Grande

Volátiles las islas cautivan la mirada y te vas enamorando de un nuevo territorio que te ha regalado la vida. Ahora eres vecino de trenes voladores que madrugan con sus tesoros rojos para ir a entregarlos al pelícano metálico que se empina en Barquito sobre el Asia Pacífico, silbando historias de desierto.

Tu nuevo patio es el océano herido de verdor. Al fondo las mesetas no cesan de sorprender con sus pájaros suicidas, con sus guanacos amigos, con jaurías asesinas de perros abandonados. Caminos de badenes, de lunas trasplantadas, cielos abarrotados de luceros, vientos que esmerilan esculturas en las mesetas minerales; barrancas blancas donde el salar estira su sensual frescura, esfinges desnudas que toman el eterno sol en los montes litorales de Atacama.

Me he asomado a Laguna Verde que es la boca acuosa de un volcán gigantesco, cíclope ojo majestuoso de la cordillera. He captado la naturaleza virgen en familias de guanacos que saludan al paso del viajero. He mojado mis manos en la cascada del Río Lama y me he asomado con cuidado al salar de Maricunga y sus arenas movedizas. He explorado los mantos verdes que se empinan hacia las cumbres en los estrechos valles que llevan a Pircas Negras. He empezado a aprender la odisea cotidiana de vivir en Atacama.

Por allí recorro, encandilado, aprendiendo leyendas, experiencias pioneras, sabores a destierro, caminos collas sumergidos. Hay libros esparcidos entre rocas elocuentes, debo recolectar crepúsculos interminables. Debo sumergirme en la transparente costa de Caldera para hilar caracolas de silencio inmaculado. Debo asumir abierto un nuevo episodio de navegante enamorado.

Tengo trabajo de sobra, entre salares y cordilleras, para compartir con mis nuevos amigos las epopeyas de cordillera, de desconocidos patriotas, de Pan de Azúcar y las primeras exportaciones de minerales. Tengo hoy esta dimensión prestada para aprender del verdadero maremoto de los años veinte, para conocer a Don Máximo Villaflor, el aduanero, y sus lides periodísticas. Entro en la sospecha, en esta amigable empatía, de estar viviendo una increible reencarnación.

Como él, aprendo a respetar las leyes del desierto, asimilando rotundas temperaturas, rocas dibujadas por misterioso orfebre de una dimensión cercana. Planeo conquistar un espacio en estas inmensidades. Traje a esta aventura mis pocas cosas. En Valparaíso dejé las deudas de afecto. Me han comentado las auroras que el amor en Atacama es generoso, espontáneo y profundo.


Chañaral, 26 de noviembre de 2007

1 comment:

Natalie Sève said...

Estimado Hernán:
Tu relato sobre el norte inmenso me resulta embriagante...hasta a las planicies más mustias finalmente las terminas dotando de exhuberancia.
Presiento que nunca acabamos de comprender el paisaje, pero en tus pasos se siente de sobra que te has asido al latir del desierto.
Un gran abrazo para ti
Natalie.