Te has engalado como una sirena, instalada en una galaxia de aguas rosas, vienes al reposo mínimo que te dejan las horas finales del año. Es un cierre, un recuento tácito, un remanso para seguir bregando, para dar gracias a Dios por mantenernos unidos, en paz y salud.
Humean los sabores, las risas se mezclan con el sudor de un alegre esfuerzo, concluido justo a tiempo. Estás radiante, disfrutas las guirnaldas, la copa espumosa llevará dentro tu anillo de oro y vendrá ese beso de resumen y de prólogo para nuestra infinita aventura.
Tus tres hijos te rodean, sus sueños se acicalan para ir de fiesta, la nieta flota en su sonrisa bromista y el buen perro la escolta por los patios para esperar las doce horas, el primer petardo estremeciendo el tiempo y tú te quedarás conmigo, relajada, sublime como oración, llenando la casona.
La casa iluminada se despierta llena de recuerdos y vienes como promesa para que el año que ingresa se organice a través de tu constante luchar. Amor, suenan las arpas del cielo, se descorcha el vino guardado para ocasiones especiales y en coro nuestras almas se fusionan en un nuevo primer beso.
Hernán Narbona Véliz, poeta chileno, nacido en Valparaíso, con un largo derrotero por América Latina. Su poesía es una incitación al debate y un aporte a la cultura universal. Poeta de la generación del setenta, escribe desde la angustia o la risa, sin victimizarse, cronista de la vida, con sus sueños en ristre, invita a abrir nuestras ventanas al amor.
Monday, December 31, 2007
Tuesday, December 04, 2007
un instante contigo
Respiro, compadezco, vibro, saco mis narices por las ventanillas de los trenes y me despeina la irreverencia del monte, gesticulo, soy energía principiante, escudriñando, flotando en atómica nostalgia o corriendo lleno de verbos por planicies sin oxígeno, tropiezo y me yergo fálico y poderoso de nuevo, frente a las traiciones mi piel se acera y mascullan mis molares una soberbia inédita, camino torpe, empedernido, sacrílego, vital, susurrante ante tu ojos, suplicante ante tu besos, soy todo tuyo, aprendiz constante, oreja para tus susurros de amor, para tus displicentes auroras de leches tibias, tostadas olorosas con mantequilla derretida, bramo tras de tus ausencias, te extraño y dilapido mis horas acurrucándome en tu recuerdo. En esta vorágine de resoluciones y correos electrónicos, encuentro un instante para declararte remozados amores, para compartirte mis delirios de desiertos floridos, de aguas rescatadas de la sal para convertirse en venario verde de las arenas eternas. Soy como me has conocido, gesticulador, bromista, crédulo e indigente de amor, carente de ese tiempo que se aleja y que quisiera borronear por mi feudo encantado para que sólo seamos tú y yo, reposando del amor, hasta doblar esa esquina en que nos toque despedirnos, por un rato.
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