Hernán Narbona Véliz, poeta chileno, nacido en Valparaíso, con un largo derrotero por América Latina. Su poesía es una incitación al debate y un aporte a la cultura universal. Poeta de la generación del setenta, escribe desde la angustia o la risa, sin victimizarse, cronista de la vida, con sus sueños en ristre, invita a abrir nuestras ventanas al amor.
Wednesday, February 27, 2008
Al final de un verano
Cae la penúltima tarde de febrero sobre Chañaral. La música aporta un semblante de nostalgia sobre las parejas que pasean junto al mar. El viento refresca anunciando que los días se acortan y el mar rizado se prepara para el despliegue de esas olas atrevidas que traspasan el muro de piedra rosada que decora el borde costero.
Los últimos destellos de una luna llena comienzan a asomar sobre el mar. El descanso de prolongadas jornadas es una invitación a caminar por una costanera engalanada de pelícanos y lobos de mar.
El desierto me ha adoptado y los buques son parte cotidiana de mi trajin explorador, en un lúdico deambular por esta senda, desplegando afectos y esquivando los dardos lejanos del dolor. Renazco en estos atardeceres que ya son míos, que me integran a su paisaje de gorriones felices, como un pimiento de rojas florecillas o como la chachacoma platinada que abre tus pulmones con el amargo sabor de la sobrevivencia en soledad, creando ese aire fresco que reclaman los pulmones del viajero.
He aprendido mucho en esta nueva etapa, los afectos se expresan con pinceladas de muchas historias que vengo a conocer con retraso, pero que son paralelas a las mías y en el cruce de las espadas de recuerdos, va surgiendo la amistad, en una síntesis hermosa de madurez y complemento. El vaso está rebasando de sensaciones, pero hay muchos cáliz esperando por nuevos espacios, vertientes jóvenes buscan rutas y el paso adelantado de la madurez permite orientar su curso, explayándose en esos afanes constantes de cambios.
Tomando palco desde este anfiteatro me dejo llevar por el rojo crepúsculo y lo percibo robusto de vivencias, terco e indomable crepúsculo que sobrevive a las pequeñeces del hombre y mientras las trompetas acompasan mi decir somnoliento, me invade este placer inmenso de saborear mi madurez rebelde, mientras su fresca visión sigue postulando algún sueño, alguna fantasía inventada, algunas caderas que arrullen tu ocio creativo, tentadores perfumes que te acerquen de nuevo a la adolescencia lejana, brincando los deseos por tus ojos, aunque mesurado como un pentagrama, debas, recatadamente, disimularlo para seguir manteniendo ese absurdo perfil de hombre respetable y serio.
Cretinas poses que a poco andar tiras por la borda, solazándote en la espiga rubia de una mujer que cruza, incisiva como una rosa, por la costanera encendida y se van tras ella todos tus deseos, como una trifulca de pájaros que cruzan hasta el mar, arriesgándolo todo por un alpiste de amor.
Chañaral, 27 de febrero de 2008.
Sunday, February 03, 2008
Poesía en mínimos trazos
Poesía en mínimos trazos
Para qué malgastar las horas, si puedo regalarte estos minúsculos ramilletes de pensamientos. Ya podré dormitar acurrucado a tu pecho, palpitando al unísono nuestras auroras. Por ahora, prefiero dedicarme a esa labor diminuta, como cuando te escribía en los tacos calendarios, en una gigantesca máquina de escribir planillera, ajustando mi enarbolado amor, mi pasión loca por tu piel en capullo, a ese minúsculo trozo de papel.
Igual como, a los tiempos, en los diez minutos de un microbús que subía hasta la cima de nuestro puerto, iba dejando mis gotas de poesía, incubando este cable a tierra que me sustenta frente a cualquier obstáculo o amenaza.
Esas frases diminutas, apiladas en hojas amarillas, que fueron compaginando mi amor remozado, rebelde, porfiado, combativo amor, blindando tus dolores, amortiguando las penas, creciendo desde la inmensidad de las angustias para convertirse en vertiente que saciaba la sed en el momento justo, como si las plegarias escuchadas nos acompasaran en un nuevo preludio del amor, ascendiendo con sudores, con la constancia de nuestros sueños, brincando por los momentos difíciles, hasta dejarlos atrás, sepultados. Hasta llegar rasmillados y amantes hasta la cumbre, con las rodillas espinadas, pero con el fuelle increible que nos permitía plantar las banderillas del triunfo cotidiano en nuestro territorio acorazado.
Estas horas que resto al sueño las dedico a comentar nuestro amor, para destacar la flor que venció la roca y ascendió desde la muerte para tomar un segundo aliento. Disculpe Dios la soberbia de esta lectura retroactiva. Perdona tú que me instale esta noche en nuestra cápsula maravillosa a disfrutar el descanso. Ha sido un refugio necesario. Me siento poderoso de tu mano y camino incesante hasta la cima de nuestro amor; potente y autárquico amor que me llena de fuegos, de vinos dulces que aspiro a beber por siempre en la copa de tus ojos insolentes.
Atacama, 4 de febrero de 2008.
Al son de una balada o de un blues
Atacama, Domingo, 3 de Febrero de 2008.