Mi papi compró un corte de
casimir Bellavista Tomé color café oscuro en el Bar “Donde Nunca se supo” .
Seguramente, hizo un trueque ciudadano, recibiendo la pieza de tela como pago
por algún brasero de fierro o una plancha a carbón que él solía fabricar para
su familia y amigos. El punto es que llegó feliz a casa con la pieza de tela y
mi madre decidió llevarla donde la Señora Esterbina, modista amiga que vivía en
una casona del cerro Florida, a dos cuadras del ascensor. Ya el viaje era una
aventura. Yo tenía unos 8 años y me encantaba ir a esa casona de dos plantas.
El motivo era una niña de mi edad, flaquita y coqueta que se llamaba Marcela. Con
ella jugaba mientras las mamás tomaban onces y compartían sus historias.
Del casimir salió un terno con dos pantalones largos y un
abrigo, lo cual me significó ir muchas veces a probarme la ropa, en el taller
estaba la tela cortada, llena de tiza y de alfileres. De mis visitas salió un
romance secreto con Marcelita, besitos en el corredor de la casona. La ropa de
excelente factura era amplia, “crecedorcita” como la pidiera mamá. El color
café me acompañó por años. Por casi tres años vestí esa ropa de tan buena
calidad que no se terminaba nunca, por más que tratara de gastarla. Cumplí
10años, mi padre ese año enfermó y estuvo muy grave, entonces mi madre que era
mujer de fe, comprometió una manda si se mejoraba mi padre, mi hermana vestiría
un año de Lourdes y que yo mantendría por un año la vestimenta de los curas
franciscanos del cerro Barón. Así fue que terminé mi primaria de café, mi padre
mejoró y mi hermana dejó de usar sus vestidos blancos con cinturón celeste.
Pero el abrigo café todavía me quedaba bien y pude usarlo como hasta los 12
años cuando ya iba en segundo de
humanidades.
El color café de mi infancia hoy
se ha vuelto sepia y engalana mis mejores recuerdos, el más puro amor, las
bolitas, el trompo, los inviernos que no me hacían mella y un tropel de
ilusiones que flotaban entre adoquines, trolebuses, el túnel del ascensor
Polanco con su vertiente y sus fantasmas.
Hernán Narbona Véliz, 31 de
diciembre de 2012.