Te llamé sólo para remembranzas.
Necesitaba palpar los golfos de tus mapas.
Inventé tu viento inflando cumpleaños.
Te elucubré piadosa en las redes del sexo,
entregada a mí, mariposario y pestañas.
Te escapaste, inerme, ausente y trébol.
Mi gimnasia teórica fue burda-modem,
figurín del absurdo.
No encontré el hilván y este nudo ciego
me observa como úlcera.
Y me invadió la prisa
de partir a encontrar nuevas fantasías.
Me vestí de bufanda y jockey
para posar el arcaico oficio de poeta.
Me empeciné en vagar por los mercados:
los limones tenían pezones de aromos,
las lechugas trinos de canarios,
y los ajos rostros meditabundos
ante tantos prejuicios.
Los mezclé a todos con la alcuza
de la vieja abuela.
Gocé los placeres de los grandes vates.
Plagié en este almuerzo sin pausa
un paréntesis de tiranía propia.
Y te invité a este patio.
Sureando como septiembre
encumbré mis idilios.
Le hice la corte a las feriantes
y supe, al final de todo,
que mi impostura pobladora
nada tenía de lógica
si mi raíz propia estaba en las pilastras
como olorosa sandía de mi padre.
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