Macho Alfa
La impronta de tenerte
me la inculcó tu llama,
te admiré frágil, brincando pentagramas,
en los columpios del
crepúsculo,
inocencia y deseo balanceabas.
Quizá te soñé
tras los aprontes de un
cuento.
Quizá tu perfume trazó
una línea en la arena, que
crucé,
con bríos de conquista,
absorto en tus labios
susurrantes.
Tras tus gafas, tu risa,
en inteligente prestancia,
al juego de luces y sombras,
me llevaste
A tu lado, de la mano,
beso a beso,
fui aprendiendo del sabor,
el perfume o la fuerza,
de tus encantos, tus
esquirlas,
tu pasión o tu rabia.
De la mano crecíamos,
yo creía conducir la marcha,
mientras tú, cual enredadera,
de los prejuicios de bosque
te burlabas,
Demostrando en miradas,
condescendientes o malvadas,
que intentar poseerte
era estúpida palabra.
Rebelde compañera,
en dolores, la calma,
fragua indeleble,
pasión desbordada.
Amarte por glaciares,
vertiente inusitada,
desmanteló e hizo añicos,
prejuicios patriarcales
Como ingenuo cervatillo
aprendí a ser feliz, la
locura,
incliné mi cerviz
y me abrigué en tu ternura.
Porque, si a tus redes de
pasión
me habías invitado,
llevabas tú las riendas,
en cabalgatas temerarias.
Muy pronto aprendí
que poseer es a objetos
y que amar es entrega
emparejada,
que caminar
en comunión de abrazos,
es propuesta sabia,
declinando los sofismas
de ser un macho alfa.
Hernán Narbona Véliz
Valparaíso 29 de mayo de 2022