En esas quebradas que ondeaban desde Esperanza a Barón había esa noche un sendero que enhebraba una familia que necesita darse un abrazo, tratar de sorber ese tazón de te que la madre dejaba sobre la mesa de madera, mientras el padre apretaba los nudillos en llanto azul contenido, por el compañero Presidente, seguido en cuatro elecciones y que esa mañana izara su mensaje último para que el pueblo no se dejará masacrar.
Un abrazo desesperado trazó la despedida que troncharía para siempre la historia de risas y amores que engalana los septiembres.
Un duelo cavernoso como alquitrán sumergía las amapolas y las higueras, hasta los perros guardianes gemían certidumbres plomas ululando por los cerros.
Esa noche en el absurdo temerario crucé quebradas en toque de queda, arriesgando en sin razón la vida misma, en un impulso tectónico de rebeldía, idealizando una probabilidad ilusa, en esa etapa primaria del shock, donde no hay atisbo de miedo que te frene.
Los viejos intuyendo el derrumbe comienzan a juntar papeles y libros. Una vieja cocina a leña recibió los libros doctrinarios, los diarios Venceremos que escribamos en la campaña, los pósters de mi pieza, los libros de la reforma universitaria de París del 68, libretas de teléfonos, postales y cartas de amor.
La garganta se ahoga de angustia, pero la adrenalina te impide desahogar la pena que parte el alma. Es el primer choque irracional de la utopía con la bota del fascismo. Los bototos obreros de los voluntarios no retumban a muerte como los borceguies de los infantes con caras tiznadas.
Hay que volver, el sentido del riesgo inminente ha sido inmaterial, el duelo que derrama sus cánticos y oraciones palpita por las cumbres ventosas del puerto laborioso. Retornando la noche siguiente por quebradas que aúllan lúgubres, evitando las luces, atento a las patrullas, escondido en pausas eternas, hasta que retorna el silencio y llegas por fin al cobijo de la mujercita amada, abrazados para sobrevivir por el medio siglo que barajó el destino esa primera noche de la tragedia.
El espíritu cooperativo mejora la calidad de vida.
@hnarbona en Twitter
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