Sunday, October 19, 2008

Ritmos de septiembre.


Ritmos de septiembre, las cuecas aún retumban...

Quizás sea efecto del sol del desierto, quizás sea la provocación de la primavera; el asunto es que amanezco como arrebatado, trepando himalayas al trote, persiguiendo tu mirada coqueta, escondida pícara detrás de un pañuelo.

Será por eso que calzo espuelas para domar la pasión que irradias. Será por eso que ando con el indio a flor de piel, irritable como si la menopausia se hubiera metido por mis orejas, buscando excusas para ganarme a tu lado, intentando morder tus hombros que son la llave que sólo yo conozco para desmantelar tus cabildeos que me inflaman.

Así transito por tu cuerpo, soñando despierto, con deseos de apretar tus labios carnosos con mi boca de naufrago sediento.

Así te quedas en mi piel, con ritmo de tonadas, haciendo hervir mi sangre con esa promesa muda de tus ojos seductores.

Son los ritmos arremolinados de septiembre.

Thursday, October 02, 2008

Incitación a la lujuria.


Me dirijo a usted, desconocida transeúnte urbana y primaveral de la clásica ciudad de Tucumán, para representarle mi desazón por sus caderas insinuantes, que atiborraron mi mañana de ritmos dormidos, traspapelados entre mis carreras administrativas.

Quiero presentarle una queja formal por la incitación a la lujuria que ha provocado con su pecho asomado a los besos del sol y sus ojos, cautos para detectar las miradas, pero recatados para responderlas.

Usted cruzó por la plaza, quizás hacia un cajero automático, quizás venia de dejar a su pequeño hijo en el jardín, un viaje casual pero irreverente, lleno de sensualidad, que desplegaba por el parque un murmullo de violetas.

Agresiva en su indudable belleza, usando con displicencia y relajo esa piel canela encandilante, usted transgredió intencionadamente los limites y me dejo sintonizado a las fantasías que vino sembrando, cimbrante y lúdica por mi vereda, dejando esa estela inocente e incendiaria, que me ha hecho olvidar mis cabildeos sobre el big bang o las especulaciones sobre los destinos de Wall Street, anulando mi concentración necesaria, destapando aromas del Caribe, en la liviana cobertura del algodón blanco ajustado a sus piernas, empinadas en esos tacones rojos como el fuego de sus ojos almendrados.

Incitación a la lujuria que ha trastornado mi mesura y que me obliga a representarle mi profunda molestia por su belleza, desbocada como gacela sobre mis frágiles convicciones,. Lo cual me obliga a demandarla por el perjuicio irreparable de no saber ni su nombre ni su historia, con lo que queda marcada a fuego como un símbolo ardiente del eterno femenino, que hace temblar mis sueños en un deseo trunco que no tendrá destino.


Tucumán, primavera/2008.

Fantasmas de la Laguna Verde


Fantasmas de la Laguna Verde

Hoy experimente una visión, quizás premonitoria. Ocurrió en el camino internacional del Paso San Francisco, a 4300 metros sobre el nivel del mar.

En medio de la montaña, adiviné en la superficie agitada de la Laguna Verde, el palpitar milenario de una princesa vestida de turquesa y cubierta de rubíes, atada al centro de la tierra, contemplando las estrellas eternamente, hasta que la liberen los nuevos hemisferios de la humanidad.

La noche espejada en la cordillera andina de Atacama propone hilados luminosos y personajes que se fueron acumulando tras los siglos salen a caminar por los bordes de los cerros ventosos.


Arrieros calcinados por el fuego de un cometa se sientan a la vera de la laguna para compartir tragos de chachacoma hervida mientras entrecruzan historias de majadas aladas pastando en los humedales de la Cruz del Sur.


También circulan por la laguna las sirenas de arena, con espejismos de amor, amarillo de soledad, prometiendo placeres inalcanzables a los caminantes de la noche.

Por los durmientes de los arcaicos trazados ferroviarios circulan los guanacos que huyen del hombre. Pequeños arbustos misteriosos se asoman entre las rocas y nutren de vida el agreste paisaje.


El viento y la nieve engalanan ondulantes la verde laguna y al despertar de mi divague, la vislumbro maravillosa y me digo que es una princesa esmeralda, aprisionada en su soledad y resguardada por los fantasmas que se acumulan en el refugio del viejo control de frontera, que aun permanece en una cueva cavada en la tierra, al costado del camino.


Los fantasmas danzan jocosos en la espuma y saludan con las sinfonías del silencio y el viento huracanado a los intrusos que nos asomamos a su fortaleza.


Fue una visión o quizás un mensaje galáctico. Todo es posible en las serranías lunares de la cordillera de los Andes, en Atacama, al norte de Chile.