Fantasmas de la Laguna Verde
Hoy experimente una visión, quizás premonitoria. Ocurrió en el camino internacional del Paso San Francisco, a
En medio de la montaña, adiviné en la superficie agitada de la Laguna Verde, el palpitar milenario de una princesa vestida de turquesa y cubierta de rubíes, atada al centro de la tierra, contemplando las estrellas eternamente, hasta que la liberen los nuevos hemisferios de la humanidad.
La noche espejada en la cordillera andina de Atacama propone hilados luminosos y personajes que se fueron acumulando tras los siglos salen a caminar por los bordes de los cerros ventosos.
Arrieros calcinados por el fuego de un cometa se sientan a la vera de la laguna para compartir tragos de chachacoma hervida mientras entrecruzan historias de majadas aladas pastando en los humedales de la Cruz del Sur.
También circulan por la laguna las sirenas de arena, con espejismos de amor, amarillo de soledad, prometiendo placeres inalcanzables a los caminantes de la noche.
Por los durmientes de los arcaicos trazados ferroviarios circulan los guanacos que huyen del hombre. Pequeños arbustos misteriosos se asoman entre las rocas y nutren de vida el agreste paisaje.
El viento y la nieve engalanan ondulantes la verde laguna y al despertar de mi divague, la vislumbro maravillosa y me digo que es una princesa esmeralda, aprisionada en su soledad y resguardada por los fantasmas que se acumulan en el refugio del viejo control de frontera, que aun permanece en una cueva cavada en la tierra, al costado del camino.
Los fantasmas danzan jocosos en la espuma y saludan con las sinfonías del silencio y el viento huracanado a los intrusos que nos asomamos a su fortaleza.
Fue una visión o quizás un mensaje galáctico. Todo es posible en las serranías lunares de la cordillera de los Andes, en Atacama, al norte de Chile.
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