TANGO
Invadiste mi niñez, el barrio, los lateríos.
La arteza grabó tus penas, mis cerros tu carnaval.
Estuviste con Pichuco, muy junto al hada madrina,
la abuela supo entonarte, Castillo la ilusionó.
Te incorporé a mi vagar
y te prendiste a mis ojos, te comprendí como nadie,
me recibiste leal.
Cuando crucé cordilleras, al aprender a fumar,
se me hizo humo la noche sentado en el viejo bar.
Palpité tu derrotero,
de San Telmo a Paternal,
fui forastero al principio
vos me empezaste a vosear.
Porteña historia en los mates,
el suave filosofar…
yo rasgué los tamangos
para tener qué morfar.
Supe del piola y del chanta y me tuve que cuidar.
Supe de tus ritmos nuevos, de tu tristeza
ancestral.
Me regalaste una lágrima de imaginaria beldad,
a cuestas seguí con ella, extrañando en soledad.
comprendí tus inquietudes, fue tu canto celofán
que amortiguó las esperas cuando no hubo que
aguantar.
Inmigrante aclimatado aspirando tu sentir,
tus raíces taciturnas, el desolado arrabal
y ese río con arcilla que Quinquela fue a pintar.
Viví contigo la noche que pretendió enmudecer
las verdades de Discépolo en cinismo sepulcral.
Después vine hasta mis cerros, pues mi puerto
aquí me ancló. He traído como hermano
el vibrar de un bandoneón…
Tango amigo, ciudadano, veterano del amor,
ya no hay dudas, no es recuerdo…
¡me afanaste el corazón!
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