Palabras para un amigo
Como la zubia que se instala a los pies del desierto, así irrumpe la palabra de la pluma de Rodolfo Leone, sorprendiendo por la profunda visión que propone al mundo. Le conocimos hace dos décadas, enfundado en la protocolar seriedad de la caballería jurídica latinoamericana, propiciando valores de cooperación y amistad. Lo redescubrimos ahora, acodado en la barra de un café, quizá en San Telmo o Rivadavia, escribiendo quizás en servilletas sus acercamientos a la cosmogonía fantástica, donde el amor, la zozobra, el olvido, se entrelazan en la poesía pura, como la que leemos en Ciclos, donde el tiempo queda detenido en la nada del desierto y las fuerzas esotéricas transforman el espacio. Rodolfo pinta con su verso libre, aspirante a proclama medieval, los sortilegios de un mundo profundo, un espacio de alquimia,, ése que no percibimos, a no ser que poetas como Rodolfo nos lo muestren en pinceladas mágicas, donde cada palabra es un escaño a nuevas fantasías. Si hubiere dolor de catacumbas tras la poesía de mi amigo, el exorcismo traduce ese dolor en un constante mensaje valórico que jerarquiza el amor en todas sus dimensiones. Un honor poder saludar, si llego a tiempo, su Carro de Siete Estrellas.
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