Tuesday, April 05, 2022

El Diablo murió en Petorca


En el paroxismo de la ruindad

ardieron los bosques primigenios,

el humus se hizo cenizas

la brisa olorosa de los piñones

se tornó lengua arenosa,

 carenando los cristales de catedrales

 

Los ríos perdieron sus afluentes

Los drenes hirieron las cuencas

Succionó su avaricia

el agua que bañaba generosa

chilcas y zarzamoras,

pejerreyes y truchas

Donde nacen los ríos,

máquinas amarillas

desviaron sus cauces

 

Los glaciares se cubrieron

de polvo de tronaduras

y sin espejos, de calor,

fueron muriendo

Lenguas ácidas se apilaron

por los relaves

En cianuro residual,

dejó su huella

el oro de sangre

 

El modelo pervirtió

lo que tocaba

El paisaje armonioso

de cigarras y mirlos

se apagó como leña cenicienta

 

Las cabras enflaquecidas

se comieron las vides

A borbotones, el desierto

partía las quebradas

 

El diablo emigró

de pueblos ancestrales

Lo había derrotado en maldad,

el patronazgo

 

Se le vio,

ermitaño y marginado,

añorar las leyendas

de Urdemales

 

En medio de cementos,

fue uno más,

sin número siquiera,

sin ficha  e ignorado,

gente de calle, pordiosero

 

La perversidad del hombre

lo había superado

Hasta él, ángel rebelde,

se conmovió del descalabro,

sorprendido ante el mérito inusual

de los pupilos

 

El estropicio, imbécil y suicida,

superaba los manuales del averno

Inéditas resultaban

la avaricia y la estupidez, aliadas

 

Entonces, el diablo buscó asilo

Destruir la obra del Padre,

era demasiado

A tanto, él no se atrevía.

 

Por los paralelos mundos

del meta verso.

Don Luci había caducado,

Era un viejo, un anticuado.


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