Después de 53 años de vida profesional, como Administrador Público con Mención en Administración Aduanera, habiendo trabajado en las Aduanas de República Dominicana, Ecuador, Bolivia, Paraguay y en la de Chile en dos períodos, 1970- 1973 y 2002 a 2023, al despedirme hoy del Servicio Nacional de Aduanas quiero dejar este poema que rinde homenaje a los trabajadores aduaneros, servidores custodios de nuestras fonteras y del lícito desarrollo del comercio exterior.
Aduaneros
Cuando
los cóndores descubren su refugio
en
la soledad encriptada de milenarios vientos ,
cuando
el puerto se esconde pudoroso de neblinas y pianos,
cuando
el desierto acomete
con
sus silencios de camanchaca
en
la crepuscular frontera de la patria,
saluda el paso de las
caravanas, un vigía, el aduanero,
Con
aguda mirada hurgando los manifiestos,
custodiando
celoso las enormes arcas del firmamento,
Revisando
acucioso, como escribiente del tiempo,
las
fenicias dimensiones del mundo
Incesante
presencia soberana,
extendido
saludo de bienvenida,
cofradía
de leyendas atesoradas,
que
transitan en cajones olorosos de té y especias
por
los almacenes fantasmas de los puertos
El aduanero milenario
custodia
el camino del Inca,
se
instala en la soledad del golfo de penas
y
silba como el viento patagón frente al estrecho
El aduanero, constante
servidor fiscal de las civilizaciones,
convocado
de apóstol,
pastor
de vaguadas,
azul
en poemas,
amistoso
de prostíbulos,
republicano
de sobremesas,
generoso
de amigos,
pulcro
y celoso de escritos,
El aduanero, viajero de
la imaginación,
anclado
por siglos a sus portales,
ve
transitar las arenas
y
es cedazo perspicaz del intercambio.
El aduanero , blindaje
acorazado,
protegiendo
la vida
y
la integridad de la palabra,
comparte
con huemules y cóndores
un
sitial silencioso
en
los emblemas profundos de la patria.
Hernán Narbona Véliz, Agosto 2006.
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