y los grillos desafinan al entrar la noche. El canto que susurras va remeciendo las esperas y la tibieza del reencuentro se anticipa entre suspiros rojos. Una esquela reposa sobre el velador y un villancico, a lo lejos, va despejando las penas, apilándolas en el jardín, bajo helechos empapados de rocío. Es Navidad y, justo a tiempo, la puerta se abre y todo se borra en el fragor de un beso milenario.
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