Me dirijo a usted, desconocida transeúnte urbana y primaveral de la clásica ciudad de Tucumán, para representarle mi desazón por sus caderas insinuantes, que atiborraron mi mañana de ritmos dormidos, traspapelados entre mis carreras administrativas.
Quiero presentarle una queja formal por la incitación a la lujuria que ha provocado con su pecho asomado a los besos del sol y sus ojos, cautos para detectar las miradas, pero recatados para responderlas.
Usted cruzó por la plaza, quizás hacia un cajero automático, quizás venia de dejar a su pequeño hijo en el jardín, un viaje casual pero irreverente, lleno de sensualidad, que desplegaba por el parque un murmullo de violetas.
Agresiva en su indudable belleza, usando con displicencia y relajo esa piel canela encandilante, usted transgredió intencionadamente los limites y me dejo sintonizado a las fantasías que vino sembrando, cimbrante y lúdica por mi vereda, dejando esa estela inocente e incendiaria, que me ha hecho olvidar mis cabildeos sobre el big bang o las especulaciones sobre los destinos de Wall Street, anulando mi concentración necesaria, destapando aromas del Caribe, en la liviana cobertura del algodón blanco ajustado a sus piernas, empinadas en esos tacones rojos como el fuego de sus ojos almendrados.
Incitación a la lujuria que ha trastornado mi mesura y que me obliga a representarle mi profunda molestia por su belleza, desbocada como gacela sobre mis frágiles convicciones,. Lo cual me obliga a demandarla por el perjuicio irreparable de no saber ni su nombre ni su historia, con lo que queda marcada a fuego como un símbolo ardiente del eterno femenino, que hace temblar mis sueños en un deseo trunco que no tendrá destino.
Tucumán, primavera/2008.
1 comment:
muy buen blog te felicito
un gran saludo desde israel medio oriente
http://elbohemiodelanoche.blogspot.com
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