Quiero saciarme de mar, de su sonido nocturno, del viento que me trae su rocío. Quiero empaparme a tal grado de su esencia, que pueda seguir sin sufrir cuando no lo tenga frente mío o ya no pueda curar mi cansancio en sus abrazos de espuma fría.
Cuando me anticipo a ese día en que deba alejarme del mar, quiero que mis huesos retornen hechos cenizas a su lecho de nocturnidad y pleamares, para ser navegante empedernido de sus remolinos eternos.
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