Friday, February 22, 2013

Diálogos Marinos 2


Así como has forjado con tus martillos de espuma las rocas del litoral, has moldeado el carácter de la gente que se atreve a recorrerte, soporta tus cambios de humor y te llama la mar, quizás para asimilar en ese vocativo femenino, la ausencia y lejanía de las mujeres que languidecen contemplándote. 

Has forjado un crisol de navegantes, pescadores, poetas marineros que se han trepado a los mástiles o han pasado el frío en los brebajes calientes de vino y canela. Cuando se lanzan las redes y el silencio se bambolea entre estrellas cadenciosas, se viene al rostro la cachetada salobre que te resucita, permitiéndote llegar al alba, con las redes repletas y la piel escrita de recuerdos guardados. 

La mar compañera, la buena mar de paso cansino o la hosca mar que te revuelca y castiga por tus improperios, ambas son la amada mar, la permanente y necesaria mar con la que te levantas a forjar cual castillos de arena tu nuevo día, con la satisfacción de haber regresado a la costa una vez más, en el impredecible juego de lo inminente. Sin embargo, sin ello no podríamos sentirnos vivos.

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