La muerte plastificó ya su rutina
Su carné se hizo
ruleta
Hagan juego, caballeros
Negro el once, ocho muertos
Diecinueve requeridos
Ocho por dos, noventiséis
Cero de conciencia
Gana la casa…
Así brotan nuestros mártires
Anónimos, redentores
Comulgando en la llama inquisidora
No nos dejan
ni memorizar sus nombres,
borran mínimos las murallas de homenaje.
Nuestros muertos, acumulados en silencio
No nos dejan despedirlos
Nos arrebatan sus cuerpos
Falsifican sus lápidas
Se infiltran en las procesiones
Espían nuestros responsos
Eligen allí mismo nuevas víctimas
¡Cómo crece la fosa común del humanismo¡
Por el pentagrama plomo de su guerra
Circulamos “los enemigos”, armados de paciencia
Con harapos de miedo,
desnudándonos
Asombrándonos, pese a todo
Uniendo fuerzas
contra este sacristán de la mentira
Aunque nos bloquean
hasta el penúltimo camino
cada día es más grande el cortejo
Y los sepultureros preguntan
Por qué cantamos el himno de la alegría
Así, rodeados de pretorianos
Despedimos nuestros muertos
Sabiendo que habrá otros
Que no alcanzaremos
Ni a memorizar sus nombres
Pero crecerán las murallas de homenaje
El miedo hinchará la vejiga del verdugo
No soportará mucho más tal desatino
Este canto creciente de “los enemigos”
Que en incomprensible ronda
Veneran sus muertos
No va más, caballeros
No va más
Del
libro “Memorias Poéticas y Licencias para un Reinicio”, Poema “Nuestros
Mártires”, escrito el 11 de julio de 1986.
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