Friday, February 25, 2022

Atardecer perfumado

 


Los nardos ya doblan 

su cuerpo dócil y perfumado 

en el liviano crepúsculo 

de musical terneza.


Levanta apenas una sombra la noche.

El viento repta suavemente por los cerros 

Las estrellas se acompañan mutuamente 


El aroma a eucaliptus se torna oscuro 

al repicar de las campanas


y la noche avanza 

cuesta abajo en el camino al sol.


Poema escrito a los 12 años, el 4 abril 1962
Del libro Memorias Poéticas y Licencias para un Reinicio, 1993

Rieles de ensueño


En el silbato agudo de la locomotora se desgranan uno a uno los minutos; desde la ventanilla percibo el viento fresco azotar mi rostro. La huella brillante de los rieles me inunda de horizontes y paisajes. En los acerados brazos paralelos me adentro en la distancia mientras el mar se aleja con su oleaje y su perfume.

Siento como un tronar de campo verde y fresco me rodea poco a poco. El canto de los rieles acompasa mi mirada y las colinas suaves me reciben silenciosas.

Evoco en un hito de nostalgia la estela azul del mar que atrás quedó, detenido, en su cuna de rocas y arenas tibias.

Las horas pasan veloces y, lentamente, la tarde oscurece los cerros lejanos. El crepúsculo borda los prados silenciosos de rosadas sombras y en el cielo se cierne en un cantar violeta la noche. El melodioso pitazo envuelve las sombras en un grito de soledad, y los carros veloces se adentran en la misteriosa recta del camino.

El cantar de las ruedas de acero me va adormeciendo en un leve susurro. Sobre la ventana oscura se refleja el interior del carro y veo mi imagen detrás de aquel vidrio, sumergida en el manto estrellado de la noche.

En ese éxtasis, un flujo de recuerdos me envuelve en aterciopelada seda y, a medida que viajo en el recinto iluminado, el vaivén me lleva en mágicos carruajes a las regiones delicadas del sueño.

Escrito en 1964, a los 14 años.
Del libro Memorias Poéticas y Licencias para un Reinicio

Wednesday, February 16, 2022

Nostalgias al paso




Y pensar que cuando trabajaba en el aeropuerto, 38 anos atrás, me apenaba pensar que quizás nunca volaría y que seguiría en esa sala de revisión, viendo como otros lo hacían. Lo increíble fue que para septiembre de 1971 empecé a volar, en aquel primer viaje a Europa. Hasta ahora, no sé cuántas veces he volado, deben ser centenares; América la crucé en diversas direcciones y en tantas ocasiones. La lista de lugares y de personas que conocí fue tan extensa que apilé tarjeteros en la esperanza de reencontrarme con ellos. Sin embargo, uno aprende de la levedad de esos encuentros y se da cuenta que es imposible portar en la retina miles y miles de rostros, sonrisas, brindis, despedidas, por lo que van quedando solamente aquellos registros que sí te marcaron.
Millas y millas en el serpentín de los años, creciendo, aprendiendo, repleto de paisajes, con sensaciones difusas que desafían el olvido.
A todas esas personas que fueron mis alumnos, a mis propios compañeros en los cursos de México, Buenos Aires o España; a los amigos que dejé en mis trabajos en Republica Dominicana, en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Brasil y Colombia; a los que conocí en esos históricos encuentros de Integración chileno-argentina; en fin a esos amigos fugaces, que deben estar en cualquier latitud del planeta, a través de esta plataforma de Facebook, les hago llegar mi nostalgia, esa sutil niebla del instante en que estrechamos nuestras manos en un adiós amical.
A todas esas amigas que inspiraron algún piropo atrevido, a esas promesas que diluyeron el tiempo y las distancias, envío desde un vuelo mas, hacia el desierto de Atacama, mi demagógico saludo que pregona no haberlas olvidado, aunque la verdad es que ni siquiera recuerdo sus nombres, apenas el timbre de sus voces, dulces y diferentes, como pétalos de liviana amistad que robó el viento.