Y pensar que cuando trabajaba en el aeropuerto, 38 anos atrás, me apenaba pensar que quizás nunca volaría y que seguiría en esa sala de revisión, viendo como otros lo hacían. Lo increíble fue que para septiembre de 1971 empecé a volar, en aquel primer viaje a Europa. Hasta ahora, no sé cuántas veces he volado, deben ser centenares; América la crucé en diversas direcciones y en tantas ocasiones. La lista de lugares y de personas que conocí fue tan extensa que apilé tarjeteros en la esperanza de reencontrarme con ellos. Sin embargo, uno aprende de la levedad de esos encuentros y se da cuenta que es imposible portar en la retina miles y miles de rostros, sonrisas, brindis, despedidas, por lo que van quedando solamente aquellos registros que sí te marcaron.
Millas y millas en el serpentín de los años, creciendo, aprendiendo, repleto de paisajes, con sensaciones difusas que desafían el olvido.
A todas esas personas que fueron mis alumnos, a mis propios compañeros en los cursos de México, Buenos Aires o España; a los amigos que dejé en mis trabajos en Republica Dominicana, en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Brasil y Colombia; a los que conocí en esos históricos encuentros de Integración chileno-argentina; en fin a esos amigos fugaces, que deben estar en cualquier latitud del planeta, a través de esta plataforma de Facebook, les hago llegar mi nostalgia, esa sutil niebla del instante en que estrechamos nuestras manos en un adiós amical.
A todas esas amigas que inspiraron algún piropo atrevido, a esas promesas que diluyeron el tiempo y las distancias, envío desde un vuelo mas, hacia el desierto de Atacama, mi demagógico saludo que pregona no haberlas olvidado, aunque la verdad es que ni siquiera recuerdo sus nombres, apenas el timbre de sus voces, dulces y diferentes, como pétalos de liviana amistad que robó el viento.
No comments:
Post a Comment