EL DÍA DE LOS ENAMORADOS
Amor,
desperté este día, preguntando al océano
qué razones había para enlazarme contigo,
para volar al unísono, inventándolo todo
Me di cuenta que no eran
ni tus adorados pechos
Ni tu talle tan terso
Ni tu sonrisa tan franca
Ni tu pelo enhebrado
Ni tu canto entonado
Ni tu cálida voz,
Ni tu lumbre de invierno,
Ni tus discursos de cambios
Ni esos muslos turgentes cual columnas romanas
Ni fue el fuego candente de tu paso cimbreado
Ni tu inteligente mirada
Ni la osadía cómplice de llegar a mi lecho
Ni ese suave perfume al soñar enlazados
Ni las rabias mensuales que acepté resignado
Ni el ansia cotidiana que causa tu palabra
Ni tus celos intuitivos
Ni mis maldiciones ante tus porfiadas razones
Ni nuestras reconciliaciones
Ni tu reir
Ni tus besos
Ni los tres hijos que me diste
Ni el perro que apellidaste "¡fuera!"
Ni el compañerismo que venció contingencias
Ni tu buena mano para cocinar fantasías
Ni ese amor absorbente
Ni la esotérica aura protegiendo mis pasos
Ni los ángeles que siempre están de tu lado
Ni la pasión permanente, enarbolada en la almohada
Ni los atardeceres de paz cuando la garúa cantaba
Ni los tangos que trajimos como amantes
Ni el castillo de flores que me has construido
Ni nuestros espacios heroicos, tan llenos de recuerdos
Ni ese puñado de versos que inspiraste obstinada
Nada de eso resulta de veras importante
Lo que siento por ti rebasó la cordura
Indecible este amor embargó mis sentidos
Te amo furibundo y quedo descolgado
caracol de los mares
inventando la Atlántida.
Foto de Pablo Narbona