Te llevaba en mis cofres
como amante fogosa
Hoy me enteré que abrazaste
la misión de pastora.
Un largo vestido oscuro tus rodillas oculta,
La tela sobria enfría tus esencias de alcoba
Aquel pelo rizado, sacudido en aromas
hoy viste de canas tu aura bondadosa
¡Cuanto duele la pulcra castidad, predicadora!
¿Quién diría que entonces los violines jesuíticos
prometían auroras?
¿Quién diría que fuiste, traviesa y generosa,
mostrándome Ita Enramada en escapadas fogosas?
Bien supo Ipacaraí que nuestro amor duró,
lo que un pájaro campana suspirando a la luna
¿Quién habría imaginado este epílogo risueño
para ese juego perfumado de arpas y de aventuras?
Como Dios escribe rutas con sutil curvatura,
Como caballero lejano y sin memoria (es la norma),
te dejo mi mensaje:
¡Dios te bendiga, pastora!
No comments:
Post a Comment