Friday, July 14, 2006

¡Vaya paradoja!


Te llevaba en mis cofres

como amante fogosa

Hoy me enteré que abrazaste

la misión de pastora.

Un largo vestido oscuro tus rodillas oculta,

La tela sobria enfría tus esencias de alcoba

Aquel pelo rizado, sacudido en aromas

hoy viste de canas tu aura bondadosa

¡Cuanto duele la pulcra castidad, predicadora!

¿Quién diría que entonces los violines jesuíticos

prometían auroras?

¿Quién diría que fuiste, traviesa y generosa,

mostrándome Ita Enramada en escapadas fogosas?

Bien supo Ipacaraí que nuestro amor duró,

lo que un pájaro campana suspirando a la luna

¿Quién habría imaginado este epílogo risueño

para ese juego perfumado de arpas y de aventuras?

Como Dios escribe rutas con sutil curvatura,

Como caballero lejano y sin memoria (es la norma),

te dejo mi mensaje:

¡Dios te bendiga, pastora!

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