Libertinaje en perjuicio del amor |
Con la chiva de que hay que dar a la gente lo que quiere, los operadores de la sociedad de consumo degradan la sexualidad y la convierten en ejercicio gimnástico |
Hernán Narbona Véliz
(02/07)
CUANDO EN 1987 publiqué mi segundo poemario, Eroscidio, Amática contra el Desamor, en 1987, y que me prologara Don Andrés Sabella, tuve muchas veces que explicar el alcance de su título. “Eroscidio” era un neologismo que inventé para significar el homicidio del Amor, el avasallamiento del sano y mágico erotismo que hace girar la vida y direcciona las energías del ser humano, sustituyéndolo por lo burdo, lo chabacano, lo genital.
Voy a referirme, recordando esos versos, a una peligrosa tendencia. La decadencia que se observa en el tratamiento mediático de la sexualidad. El tema del Amor, de la afectividad, de las relaciones de pareja, ha sido colocado por muchos medios de comunicación a la altura de los genitales.
Un tema donde es preciso despejar los fundamentalismos, las posiciones duras de instituciones o grupos políticos y religiosos, que quisieran censurar dogmáticamente las decisiones personales y, por otra parte, la posición de grupos que creen que tolerancia es pasar a llevar los derechos de los demás, invadiendo su espacio y su privacidad, postulando un libertinaje sin freno.
Escribo este artículo sin pretender lecciones de moralidad, sino advirtiendo desde el sentido común, como padre de familia y comunicador social, las amenazas que encierra esta degradación de la emotividad.
Considero haber tenido frente a la sexualidad una actitud consecuente y de vanguardia, pese a los esfuerzos de mi madre en transmitirme sus códigos morales de época, en donde los tabúes abundaban, imponiendo a los jóvenes conductas llenas de hipocresía a la hora del comidillo en la entrepierna. “Aquello” se hacía con la luz apagada, la esposa no debía expresar su goce, debía recibir pasiva la acción del esposo, haciendo gala de su virginidad. Desde niño sentí que ofendía la inteligencia ese actuar fruncido y acartonado.
Siempre sostuve que entre el hombre y la mujer –así, sin fundamentalismos de género, que a mi juicio rompen la conjunción maravillosa de la pareja- debe haber absoluta libertad en la entrega mutua.
Los que atentaban en contra de una sexualidad profunda en los afectos, en el ensamble de hombre y mujer, eran, desde mi percepción, la industria mundial de la pornografía, el individualismo -como actitud extendida, que se situaba en la médula de un mundo resuelto por el mercado- y el hedonismo, que marcaba esa tendencia a olvidar tu historia y tus compromisos, a pasarlo bien, a vivir sin límites en la ruta del placer. Y por derivación, veía entonces que una confusión entre libertades ciudadanas y este libertinaje que ya había visto en Holanda y varios países de Europa, llevaría a una peligrosa expansión del consumo de drogas, frente al dejar hacer y dejar pasar de una sociedad que abandonaba los mínimos marcos éticos,
Desde la visión poética, la Amática contra el desamor era mi propuesta política. Era necesario blindar el amor para que no se degradara en la sociedad de consumo; era una tarea para la poesía ir a la reconquista: “Alerta, poesía, resistamos…entramos a la era tecnotrónica. Herodes se ha vestido de pragmático, el Poder nos manipula hasta el cansancio”.
“Amática” era una invitación a actuar, a tirar los cordajes para navegar en la construcción del amor. Un Amor entendido como un abrazo a la libertad, el desmantelamiento de los tabúes y la defensa de los sueños en lo cotidiano, no en la simple pasión sino en el amor sin tiempo. Allí estaban el juego, la conquista, la seducción, el compañerismo, el proyecto común, los esfuerzos de familia, la risa, la gratuidad de la pasión y el cariño.
Hoy, al observar la decadencia ambiental en las relaciones afectivas, con una liviandad generalizada, que convierte al sexo en una gimnasia impersonal, en un producto transable a viva voz, se me viene una profunda bronca porque esta situación es asumida como parte de la “modernidad” sin que existan filtros frente a situaciones que atentan en contra de la calidad de vida y la sana sexualidad de las parejas heterosexuales.
Seguramente, reaccionarán las minorías u opciones sexuales y su respuesta siempre tendrá el argumento de que quien se opone a los excesos es un castrante censurador Al respecto pienso que la exploración sin trabas del sexo duro, lleva a difundir y hacer aceptar como normales conductas que son depravaciones sexuales.
No comparto esa posición que envuelve todo el tema en forma ambigua bajo la manoseada argumentación de las libertades personales. Las drogas, la pornografía, la pedofilia, la zoofilia, la necrofilia, entre otras, son aberraciones sexuales y la sociedad que no previene su difusión pone en riesgo valores fundamentales, como lo son la niñez y la familia.
Cuando en los medios de comunicación masiva, radio y televisión abundan hoy programas que han “genitalizado” la sexualidad, mi actitud pasa a ser casi reaccionaria. Porque creo que no se puede aceptar impávido que en la radio se ofrezca, en horario diurno, a viva voz la oferta de prostitución personal de auditores que usan esos espacios de debate, o sexo en grupos, o sexo a ciegas con citas vía celular, servicios sexuales a quien esté dispuesto a pagar, intercambio de parejas, etc.. Porque no cabe en los conceptos de tolerancia y respeto mutuo, aceptar la difusión de las imágenes chocantes de besos entre un homosexual, Miguel Bossé y otro travestí y luego con un conductor de televisión, besos a pantalla completa, en horario nocturno, día viernes.
¿Qué queda como lección? Lo burdo y lo chocante marcan rating. La publicidad viabiliza el negocio, respalda la producción, sale el estiércol al aire, se logra un buen facturado en publicidad, otros que copian el estilo y, al final, una fuerte degradación en la vida diaria, porque como el asunto apareció en la tele o se escuchó en la radio, es aceptable. Salir en la tele es más importante hoy que una norma sea promulgada en el Diario Oficial.
Así, el desamor se instala en la sociedad y la Poesía sigue esperando “Inventar el día indispensable”.