tu nombre rimaba mariposas
Escudriñé las mansiones de Neptuno
siguiendo tu rastro de luciérnaga
Te supe extraviada en las arenas
levantando jardines de contramano
Cautivaste a los colibríes con tu voz entonada
Alfombras de verdor rebelde tendiste en Atacama
Por fin, llegué a tu orilla
con las manos sedientas
esperando un remedo de amor
que sellara mis ojos con un beso
Difusa te encontré
hilando el huso de la primavera
entre cactus agradecidos
que cercaban tu aura, protegiéndote
He recuperado la vida
en este agitado correr tras de ti
atiborrado de frutas y vinos
para seducirte una vez más
como a una crédula doncella
de los atardeceres
de Caldera.
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