En la partida
Si tuvieras la chance de escribir un último mensaje, no quisieras dilapidarlo dejando registro de horas tempestuosas. Quizás buscarías resonancias estelares para cruzar el tiempo como un cometa renombrado. Quizás, sabiéndote minúsculo aerolito ignorado, preferirías refugiarte en tus células madres y flotar en ese resquicio mágico en que se guarda el alma, para pervivir, tenue y grácil como una pluma, dejando apenas una estrofa que salga de ese halo que envolvió tus pasos.
Tomarías, entonces, la enredadera de tu vida para apretarla en el pistilo que acarició mariposas, en la maravilla del nacer, en la epopeya del amar, en la tarea agridulce de formar tus hijos, de luchar por espacios, de disfrutar tus nietos, de ser feliz.
En ese último resumen, simplemente, daría gracias por lo concedido, por los atardeceres frente al mar, por la piel de la mujer amada retozando en las auroras. Por el té hervido y un gajo de naranja ensalzando la vida. Un beso cerraría la página con un hasta pronto, amor.
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