La Pasión del Señor era dramatizada por el centro de la ciudad, era una celebración popular, la Iglesia del Pueblo se manifestaba en una religiosidad extendida; la gente se aglomeraba en la calle Pedro Montt y tú y yo salíamos por primera vez solos y estábamos en medio de la muchedumbre intentando ver pasar al Cristo sufriente, escoltado por los crueles soldados y sufriendo las estaciones ante la conmoción de los porteños que vaciaban los cerros para presenciar esta solemne procesión que culminaría en el cerro Placeres.
Sin embargo, lo único que me ocupaba en esos instantes, era un quizá sacrílego deseo, que me inundaba a medida que tomaba tu mano y nuestros cuerpos se rozaban en medio del gentío. De manera cómplice tu jugabas conmigo y tus mejillas se acercaban a la mías, con la excusa de ver pasar a Jesús.
Cuando volvimos a tu casa, la excusa perfecta para perdernos de la vista de tus parientes, fue ir a una pieza del fondo a buscar ropa vieja para construir un Judas. En ese momento, me sorprendiste con un beso inolvidable, al cual respondí como león azuzado apretándote a mí, sin palabras, en un anuncio pasional que arrasaría con el tiempo.
Disimulamos nuestro juego y desde el balcón de tu casa vimos en esa Semana Santa pasar las procesiones por la calle Diego Portales, mientras nos tomábamos las manos, furtivamente.
Han transcurrido 40 años y parecieran ser un soplo. Continuamos el juego, eludiendo dolores, superando los escollos, navegando entre arrecifes, trepando desiertos, pero siempre fértiles de imaginación, pasión y fe. Quizás en esa procesión de Semana Santa nos cubrió la bendición del Padre y como Él sabía de la pasión que bullía en nuestra piel juvenil, nos conminó a crecer en su amor rompiendo cualquier obstáculo, valientes y constantes. En esa misión, tres hijos enriquecieron nuestro patrimonio ínfimo y sus simientes sanas y fuertes sabrán de darnos los frutos para disfrutar juntos, Dios mediante, la tercera y cuarta etapa de la vida que nos sea concedida.
Por ahora, simplemente gracias a Dios por venir con su verdad y su perdón, por regalarnos la vida renovada y por profundizar a cada minuto nuestro amor insondable.
No comments:
Post a Comment