Hernán Narbona Véliz, poeta chileno, nacido en Valparaíso, con un largo derrotero por América Latina. Su poesía es una incitación al debate y un aporte a la cultura universal. Poeta de la generación del setenta, escribe desde la angustia o la risa, sin victimizarse, cronista de la vida, con sus sueños en ristre, invita a abrir nuestras ventanas al amor.
Thursday, April 28, 2011
Buscándote
Friday, April 22, 2011
Semana Santa y 40 años de amor
La Pasión del Señor era dramatizada por el centro de la ciudad, era una celebración popular, la Iglesia del Pueblo se manifestaba en una religiosidad extendida; la gente se aglomeraba en la calle Pedro Montt y tú y yo salíamos por primera vez solos y estábamos en medio de la muchedumbre intentando ver pasar al Cristo sufriente, escoltado por los crueles soldados y sufriendo las estaciones ante la conmoción de los porteños que vaciaban los cerros para presenciar esta solemne procesión que culminaría en el cerro Placeres.
Sin embargo, lo único que me ocupaba en esos instantes, era un quizá sacrílego deseo, que me inundaba a medida que tomaba tu mano y nuestros cuerpos se rozaban en medio del gentío. De manera cómplice tu jugabas conmigo y tus mejillas se acercaban a la mías, con la excusa de ver pasar a Jesús.
Cuando volvimos a tu casa, la excusa perfecta para perdernos de la vista de tus parientes, fue ir a una pieza del fondo a buscar ropa vieja para construir un Judas. En ese momento, me sorprendiste con un beso inolvidable, al cual respondí como león azuzado apretándote a mí, sin palabras, en un anuncio pasional que arrasaría con el tiempo.
Disimulamos nuestro juego y desde el balcón de tu casa vimos en esa Semana Santa pasar las procesiones por la calle Diego Portales, mientras nos tomábamos las manos, furtivamente.
Han transcurrido 40 años y parecieran ser un soplo. Continuamos el juego, eludiendo dolores, superando los escollos, navegando entre arrecifes, trepando desiertos, pero siempre fértiles de imaginación, pasión y fe. Quizás en esa procesión de Semana Santa nos cubrió la bendición del Padre y como Él sabía de la pasión que bullía en nuestra piel juvenil, nos conminó a crecer en su amor rompiendo cualquier obstáculo, valientes y constantes. En esa misión, tres hijos enriquecieron nuestro patrimonio ínfimo y sus simientes sanas y fuertes sabrán de darnos los frutos para disfrutar juntos, Dios mediante, la tercera y cuarta etapa de la vida que nos sea concedida.
Por ahora, simplemente gracias a Dios por venir con su verdad y su perdón, por regalarnos la vida renovada y por profundizar a cada minuto nuestro amor insondable.
Monday, April 18, 2011
La cruz del alto
Al atardecer de un intenso día de río, piscina y plaza, nos reunimos el grupo de amigos que veraneamos y pasamos vacaciones de invierno en Petorca. Nos hemos visto por varios años, ahora somos amigos en la común tarea de crecer y explorar el mundo desde la adolescencia. En la plaza, en torno al monumento a Manuel Montt, después de misa, nos reunimos y de allí apuntamos a la cumbre, provistos de gorros de lana, caramelos, yo llevo además una pequeña libreta y un lápiz.
En el grupo están las niñas santiaguinas que hemos conocido en la piscina y que obtuvieron permiso de sus padres para hacer esta caminata vespertina a este cerro que domina el pueblo. El ejercicio de dominar el paisaje desde la cumbre, ver caer la noche y descender cantando en voz alta, Dicen que el Diablo murió en Petorca y que en La Ligua lo enterraron, se suman las leyendas del maldito, como aquella del burro negro al cual se iban subiendo los niños para dar un paseo, hasta que uno de ellos exclamó “!Ave María Purísima, chitas el burro p´a largo¡” y en ese instante el burro había explotado, dejando a todos los niños tirados en el suelo y un pesado olor a azufre en el aire. Es el juego de la autosugestión y también del coqueteo intuitivo, somos púberes o adolescentes y queremos vivir la ilusión de un pololeo de verano. El disfraz que estamos utilizando es cruzar experiencias de penaduras, de piques mineros con fantasmas extraviados.
Tomar de la mano a una chica, sentir su tersura y su calor, percibir el rubor de sus mejillas y adoptar el rol de guía y apoyo, rumbo a los senderos pedregosos que se dibujaban como una serpentina por el borde del cerro. Era una aventura que te llenaba de adrenalina. Vas con Patricia, eso es suficiente, jamás supiste sus apellidos, era de pelo castaño y sus pestañas muy largas, con sus dientes como de conejita, sobresaliendo en una permanente sonrisa o una disculpa soñadora. A medida que subimos nos vamos contando historias, que tu liceo, que donde vives, cuantos hermanos, hasta cuando te quedas. Sabedores de que ese paseo labraría sutilmente las vetas de un romance adolescente, sin que nos atreviéramos más que a un beso hurtado o regalado cuando la noche o algún matorral cómplice nos protegía de miradas. Al llegar a la cumbre, ya había promesas de amor revoloteando por el grupo, las niñas se reían y los varones juntábamos algunas piedras y florecillas para testimoniar el ascenso. Luego, nos tomábamos de las manos y en un círculo en torno a la cruz, rezábamos a coro las Ave María Purísima, sin pecado concebida, consignas celestiales que pasaban a ser nuestra protección frente a la noche que caía y las sombras diabólicas que yacían derrotadas alrededor de la cruz de madera.
Con chonchones de parafina que estaban a los pies de la cruz se encendía la cumbre de luz. Desde el pueblo, los vecinos sabían que el grupo había llegado a la cruz, peregrinando y riendo, en esa fuente de amistad que alegraba como un oasis la vida calurosa del pueblo. Allá arriba, se divisaban las siluetas de los jóvenes, y luego de ese instante, que era un umbral hacia la nocturnidad, el grupo comenzaba a descender, casi todos en parejas, de la mano, cumpliendo con el juego de la piel exacerbada de instintos, que quizás jamás se plasmarían en más que en besos y abrazos, promesas y florecillas secas, guardadas en una pequeña libreta, con la dirección de Patricia, hasta que otro verano, o alguna vacación de invierno, nos trajera de vuelta, para volver a tocarnos, a reconocernos como amores fugaces, como romanceros de rodillas magulladas, como novios fantásticos de una sola travesía. La que hicimos de la mano, abrazados, besándonos en la promesa de amarnos por siempre, hasta que un tren, del fin del verano, nos desperdigara por la vida y quizás alguna carta dejara constancia de esa ilusión que desafió a los demonios en la cruz del alto.
Comarca de los Poetas, 18 de abril de 2011.
En la partida
En la partida
Si tuvieras la chance de escribir un último mensaje, no quisieras dilapidarlo dejando registro de horas tempestuosas. Quizás buscarías resonancias estelares para cruzar el tiempo como un cometa renombrado. Quizás, sabiéndote minúsculo aerolito ignorado, preferirías refugiarte en tus células madres y flotar en ese resquicio mágico en que se guarda el alma, para pervivir, tenue y grácil como una pluma, dejando apenas una estrofa que salga de ese halo que envolvió tus pasos.
Tomarías, entonces, la enredadera de tu vida para apretarla en el pistilo que acarició mariposas, en la maravilla del nacer, en la epopeya del amar, en la tarea agridulce de formar tus hijos, de luchar por espacios, de disfrutar tus nietos, de ser feliz.
En ese último resumen, simplemente, daría gracias por lo concedido, por los atardeceres frente al mar, por la piel de la mujer amada retozando en las auroras. Por el té hervido y un gajo de naranja ensalzando la vida. Un beso cerraría la página con un hasta pronto, amor.
Tuesday, April 12, 2011
Mulata de Pueblo Hundido
Absorto en el penúltimo crepúsculo, voy aspirando el aire marino, pensando en la sal pegada a tu piel canela, la que aprendí de memoria cuando te seguía como un perro faldero por los cabarets del muelle, juntando mendrugos para comprarte una caricia, para tener derecho a un remezón de tus caderas de artista, olerte sudorosa, con lociones violetas, para llegar como un adolescente a la plaza de juegos, a las sillas voladoras, al éxtasis del vértigo.
En medio de un suspiro profundo descendía de tus pechos aureolados y quedaba desvencijado con una mano en tu vientre, deslizándome como en un tobogán hacia el sueño relajado. Al abrir los ojos ya no estabas, como tampoco está hoy el sol en el horizonte y apenas una línea azul rosa traza despedidas y aplaude a la noche que se asoma con sus tules de juerga. Así, como un soplo, desapareciste de mi vista y nunca más supe de ti, errante ninfa de los campamentos, laboriosa trabajadora sexual de Pueblo Hundido. En cada puesta de sol, te buscan mis manos rasgadas por la tierra cobriza y es un fantasma tu cuerpo oloroso a arenas y concheperlas.
Saturday, April 09, 2011
Ciento veinte días y un nuevo despertar
Ciento veinte días y un nuevo despertar
Regreso a la Región de Atacama con el velamen desplegado en una carcajada. Desde los empinados caminos de Valparaíso, despido este período de disciplinado devenir, de la mano de doctores que te llenan de recetarios y consejos, casi paternales.
Ahora estoy de vuelta al ruedo de la vida, con la armadura más liviana, sin penas a la espalda, sólo con una majadera actitud de conquista que hace brotar las lianas de fantasía desde mi latir maduro, arremangándome los pantalones para cruzar de nuevo ríos torrentosos, sin temer, acostumbrado como siempre a improvisar el optimismo que sale porfiado por los poros, cuando más te presionan las horas, las tragedias, las nostalgias empaquetadas en los estantes de las casonas abandonadas.
Parto al norte con el proyecto intacto, remozado con esta carga de afectos que recibí de los buenos amigos, del seno familiar más íntimo. Tiempo que sirvió para cortar con las desidias, las ingratitudes, los pesares, las traiciones. Tiempo en que la mirada se tornó más acuciosa, para inventar desafíos mayores, para jugar tu mano con sabiduría, superviviente como albatros del Caribe, catador de la fruta primorosa de los huertos nortinos. Bebo, al partir, mi aguardiente milagrosa, comparto la protección espiritual que tendieron a mi espalda en los momentos aciagos los monjes espirituales, parto por lo mismo, agradecido, en una oración directa, profunda, sin intermediación alguna con Cristo, adscrito a la conciencia universal que te guía desde las entrañas del firmamento, sin sortilegios ni atavismos, más libre que nunca.
En el devenir de esta etapa, compartiendo con mis hijos su crecimiento y sus sueños, siento haber alcanzado una etapa de placidez, trepado a una gran torre que me permite perspectivas exclusivas, disonantes, críticas de mi sociedad, del mundo arremolinado. Entonces, intento dilucidar sus causas profundas, sus tendencias, descubrir los hilos conspiradores del poder, entrecruzados con cínicas instituciones de caridad, ocultando detrás de sus comunicados globales las mezquindades del desamor y la codicia. Creo que mi vista se ha agudizado como la de un águila altiplánica, permitiéndome otear tras las bambalinas de oropeles, tras los santuarios de oro, tras la asceta presencia de pastores corrompidos, a través de las calles amuralladas por cercos eléctricos en el patético devenir de una civilización que ahonda sus vicios con la diseminación del individualismo exacerbado. Cada vez que observo el panorama de mis tiempos, se me viene a la mente la caída de los imperios renombrados y sempiternos, con sus ruindades aflorando en medio de las promesas redentoras de los sucesivos tiranos.
Después de alcanzar esas visiones, me aboco a mi espacio, a mi deber cotidiano, a mi obligación de servir debidamente mis obligaciones. Concentrado en ello, creo poder aportar mínimamente a las correcciones que aspiro puedan extenderse. Confío en la honestidad, en la fuerza de la virtud y de la verdad, agua persistente que rompe las murallas del silencio, demoliendo sus mentiras, dejando limpiar el viento en tempestades necesarias. Parto así a mi deber, a mi camino, amando más que antes, condensando mi amatoria en las horas frescas que me han sido concedidas y que quiero aprovechar hasta el último segundo, aferrado a la vida que te inunda en la sonrisa y la caricia de quienes te aman y a quienes amas.
Valparaíso, 9 de abril de 2011.
Campesino
El sudor resbala por la frente
morenamente rugosa
y cae junto al arado
como semilla de nostalgia
Crujen las maderas del atardecer,
el surco abierto
se llena se melancolía
Lentos se deslizan
los pies descalzos
por la huella negra
Una alegría triste
lo invade
al fin de su labor
El piar de las aves
suena como péndulo nervioso
en los oídos del horizonte
Ya el viento teje
con huso melancólico
una alfombra en la tierra,
donde el obrero busca
su reposo taciturno.
28 abril /1963, recopilado en Memorias Poéticas y Licencias para un Reinicio
Friday, April 08, 2011
Odisea libertaria A Catalina de Los Ríos y Lisperguer
Odisea libertaria
A Catalina de Los Ríos y Lisperguer
Urgentemente
cruzo la plaza de San Pedro
para presentar mi expediente azul
reclamando por el oprobio
que manchó tu historia,
Doña Catalina de Los Ríos y Lisperguer
Para hacer sentir al Sumo Pontífice
la crueldad perversa de sus inquisidores
la calumnia ululante que cruzaba la Colonia
amedrentando, pervirtiendo, codiciando,
esclavizando indios, usando sus mujeres
Quiero decirle al Papa que fuiste su víctima,
perseguida pelirroja de orgullo empedernido,
y necesitas de él un mea culpa
Porque quisieron apropiarse de tus bienes
Descalificar tu impronta de mujer valiente
Sepultarte en un claustro, como a tantas
Pero tu látigo sacudió sus dientes de oro
Defendiendo lo tuyo, tu dignidad y tu albedrío
Evitando que la codicia forrada en hábitos e inciensos
se quedara con tus tierras
No podía permitirlo tu prestancia rebelde
Te acusaron de maldita
Que al propio Cristo de mayo habrías expulsado
Murmuraron por el barroso campo de Santiago
Sus dientes enrojecidos de odio te mordieron el alma
Acusada de malvada, devoradora de esclavos
Apenas humana, la Quintrala
Pero detrás de eso la ambición desbocada
La fiera camuflada vestía sus hábitos de muerte
Rastrera se escondía en los portalones
Estirando los cuerpos sin misericordia
Estampando la verdad en su cruenta historia
Impía te llamaron
Basura de tu honra hicieron
Hasta dejar establecidas en leyendas
las mil misas redentoras
que habrías ordenado para salvar tu alma
Indómita Catalina de los Ríos y Lisperguer,
el puente de la ira se rompió a tus espaldas
Has sido víctima desolada de la mentira oficial
Por eso cruzo la plaza de San Pedro
Los orines del cenáculo se arremolinan
recordando las voces del Santo Oficio,
las torturas disfrazadas de piadosa espiga
Llego al Papa somnoliento
El mismo que espera quinientos años para un perdón
apenas susurrado en el ángelus
Y le grito desde la plaza hasta el balcón de las palomas
Que sus mentiras ya no te alcanzan
Que la vida te rodea y que la luz de la justicia
abraza tu cabellera pelirroja
Y le exijo que te dejen volver a ser niña, Catalina,
Libre, independiente, rebelde,
conjura de mapuche y huinca
Levantada como una espada para atravesar al verdugo
Y queda en el cielo tu nombre, tu honra recuperas
Y la vida se cuela por tu historia hidalga
Sin que nadie ose tocar tus bienes
Sin que ningún obispo profite de tus tierras
Sin que ningún zángano inquisidor beba el vino libre de tus campos
Eres heroica Catalina de los Ríos,
la vida hoy te aplaude a la distancia
y queda embelesada por tu coraje
Con tu verdad en ristre,
luchando contra el sistema,
revolucionando la colonia,
sembrando semillas de libertad
en la noche corrupta
que vestida de muerte
quiso pisotear tu dignidad inclaudicable.
Valiente y decidida mujer
de laica estirpe,
tu historia corrijan los escribas
Que fluya la verdad como un puño
que sacude la bazofia
de esos sarcófagos blanqueados
que por cinco siglos mortificaron tu memoria.